Perdón, Paz y Salud Mental

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

En el día de ayer en un programa de televisión escuché la disertación y las respuestas que el doctor Humberto De la Calle hacía con respecto a las conversaciones de la paz en Cuba. Me parecieron magistrales sus réplicas; entre ellas destaco dos ideas: la primera se refería a que “la paz es de todos” y para ello “hay que cambiar internamente”. Cuánta verdad encierra estos conceptos. Téngase en cuenta que en la guerra todos pierden y en la paz todos ganan.

Hace algún tiempo me referí que para que exista la paz se requiere saber perdonar; y, describí al perdón como “el don de saber perder”. Cuando me refiero al perder no significa renunciar a los principios, valores, justicia e ideales de la vida; sin embargo, sí implica perder prejuicios, perder el pasado y no vivirlo éste en el presente.

El ser humano siempre está abocado a perder. En todo este pensamiento se encierra el haber elaborado el duelo, lo que significa renunciar a lo que hemos perdido; por ejemplo, perdimos nuestros padres, perdimos nuestros hermanos, se fueron nuestros hijos, y con ellos las idealizaciones que se anidan en nuestras mentes como fortines de nuestro narcisismo; es decir, el amor por nosotros mismos.

Es así como puede aparecer la posibilidad de la renuncia a nuestro egoísmo y surge un Yo social comprometido para una convivencia de bienestar común. He ahí también la aparición de la consciencia e identidad social. (Ver también: Librería Digital de Salud)

Cuando hablamos de compartir estamos haciendo alusión a la distribución y participación de los bienes físicos, psíquicos y sociales, los cuales incluyen en su medida, la responsabilidad, el respeto y tolerancia a las diferencias individuales y colectivas.

El Gobierno de Colombia está dialogando sobre estos temas y cada uno de los colombianos debe responder a qué es capaz o no de renunciar. Aquí es necesario tener en cuenta que cuando hablamos de renuncia lo debemos enfocar en acabar con los resentimientos, con la envidia, la ambición desaforada, la voracidad, la retaliación o la venganza, la agresión o violencia, y en cambio si el prohijar por la reparación y bien individual y colectivo.

Existe una gran franja de ciudadanos unos mal informados o desinformados o ignorantes del tema de la Paz que utilizan argumentos construidos con sofismas cuyas bases se soportan en las fuerzas del odio y la destrucción.

Por lo expresado anteriormente son las fuerzas del “amor al prójimo como así mismo”, las que pueden llevar a desintoxicarnos de ese odio ancestral que nos deja en la soledad descrita por los cronistas de Indias cuando la conquista y colonia y luego en los Siglos IX y XX en donde han aparecido siempre los desórdenes psico emocionales en dos bandos (conquistadores y conquistados o llamémoslos como quiera), todo lo cual se ha prolongado hasta el Siglo XXI, con la disociación de posiciones socio-político-económicas-culturales.

Todo esto nos lleva a pensar o meditar cómo el hombre se escapa de esa realidad nefasta, agresiva y de muerte con guerras, huelgas violentas, golpes de Estado, conductas antisociales, cultivos y negocios ilícitos, buscando una realidad diferente, y, aún en o, con la realidad mágica la cual fue genialmente planteada por García Márquez en “Cien años de soledad”.

El mismo genio describió la génesis del realismo mágico, aparecido después de ver a Mina (su abuela) “quitarse la dentadura para lavarla en un vaso de agua convencido de que era natural”.

Por otra parte, como lo dijo Gabo en su discurso de aceptación al premio Nobel: “Es comprensible que insistan (los europeos) en medirnos con la misma vara con que se miden así mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos.

La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos solo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez, la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado”.

Después de estos párrafos pienso que todos los colombianos y aún todos los pueblos extranjeros deberían estudiar más profundamente y en sí mismos, en toda su significación, los escritos del genio Gabriel García Márquez, los cuales nos muestra no solo los caminos adversos y la realidad mágica sino las “utopías de la vida… para una segunda oportunidad sobre la tierra”: la paz, la cual no puede quedarse en palabras sino en hechos que son derechos y deberes.

Además, téngase muy en cuenta que unos hechos psicológicos son el atender, el entender, el comprender y el identificarse para llegar a una identidad; compréndase cómo cada acción se interrelaciona con otra; en el caso colombiano debemos encontrar las interrelaciones de una acción con otra.

Por ejemplo, la armonía con la cual podemos identificarnos sin pretender ser ángeles y menos lograr un Estado perfecto, pero sí reparador de sus errores; para ello se requiere trabajar, pensar, analizar y cambiar, y así tener una salud o bienestar mental renunciando a la violencia y ocupándose por el bienestar de todos con la reconstrucción a partir de las pérdidas y el perdón.

Bogotá D.C., Mayo del 2014

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