Historia de la Medicina: Un Acercamiento Antropológico Psicoanalítico al Estudio de las Momias

Académico Dr. Guillermo Sánchez Medina

Unas pocas reflexiones surgen después de la presentación del trabajo sobre las momias colombianas. La primera se refiere a cómo fueron encontradas las momias y dentro de qué contexto fueron halladas y con qué objetos sacramentales, y si estas se encontraron dentro de los espacios de tumbas o fuera de ellas, o si se ubicaron en tumbas especiales.

Es decir, si se puede realizar a través de este estudio una comparación con las tumbas en Indo-América o con las famosas de la cultura egipcia y algunas de la Mesopotamia.

Entendamos que si las momias muiscas (Chibchas) datan solamente 300 años a.C., las de Necrópolis de Paraca en el Perú se remontan a bastantes años atrás (6.870 a.C.). De todo esto podemos investigar si la momificación es una tendencia humana multideterminada para prolongar la vida en el más allá y dejar al hombre inmortal en la fantasía, en forma mágica y omnipotente, puesto que si se conserva la forma, cierta figura y elementos especialmente la piel, preservamos así el continente y el contenido inerte pero ubicamos el movimiento o la vida en el más allá con connotaciones de posibilidad de vivir o continuar la vida terrenal. (Lea también: Premios para la Ciencia Médica: Suicidio celular, sida en niños y otras investigaciones)

De ahí que se ubiquen objetos, vasijas, joyas, comestibles como el trigo o el maíz para que no haya hambre en el más allá, lo cual implica también una gran necesidad de proyectar la vida cotidiana y de mantener no solamente la especie sino el sujeto que se momifica.

Otro aspecto importante es el que se refiere al poder en la vida y continuarlo en el más allá a través del poder del oro y otras joyas preciosas. Aquí podemos recordar el “mito del oro” que ha acompañado a la humanidad por miles de años, más cuando específicamente es el metal más puro, y el que es capaz de reflejar los rayos solares con todo su esplendor.

He aquí también el mito de la luz y de la creación y de los dioses que se contrapone con la oscuridad, la noche, la nada. ¿Acaso en el estudio las momias precolombinas de Sogamoso y la del museo de San Jorge, estaban rodeadas de oro, como las ubicadas en el templo del sol en Sogamoso? (vale aquí recordar todo el oro que se llevaron los españoles como presea del descubrimiento y conquista)1.

Un aspecto a considerar es el tipo de envoltura que hacían; las momias estudiadas, fueron envueltas en fi que o esparto, seguramente para ser cohesionadas y conservadas, además de construir un soporte para que no se escaparan.

Aquí una reflexión más y es la que se refiere a cómo el hombre piensa que el alma se escapa del cuerpo, viaja al más allá y telógicamente se supone que es para unirse al Todo, Dios. He ahí también cómo Jesucristo después de su muerte resucitó y ascendió a los cielos.

Hagamos una reflexión: la muerte o el cesamiento de la vida ocurre cuando la energía vital se interrumpe y todos los sistemas interrelacionados suspenden su acción energética, en una rápida cascada con el llamado “fenómeno dominó” y el “fenómeno mariposa”, que son acciones físicas, pero que en el fondo comprenden una interrelación bio-químico-molecular y física entre ellas de las partículas cuánticas que se desorganizan, cesan y viene el fin. El fin último es inmediato, mas el inicio del fin puede demorar y aun más nacemos para vivir y para morir.

¿Qué ocurre con aquellas partículas cargadas de energía con una función de onda? La respuesta es que se disipan y van a trasformarse o relacionarse con otros elementos y así formar nuevos cuerpos. No me adentro en este tema apasionante de la muerte y la física cuántica y su relación con el más allá, pues no se trata de hacerlo en este breve comentario.

Otro aspecto por dilucidar es ¿cual era la edad promedio de los cuerpos momificados? ¿Los adultos, cuál era su edad? Se explicitó en la presentación que había varios niños y de ahí las interpretaciones que pueden ser especulativas de que al niño se le momifica para darle trascendencia en el tiempo y en el espacio y con ello categorías de poder, de estatus, de etnia, de grupo familiar o simplemente de ubicación de afectos familiares y preservar el cuerpo para continuar el afecto.

Dentro de esta información sería importante determinar en los 21 o 23 casos: ¿cuál sería la causa de mortalidad? Esta pregunta no es muy determinante, porque ninguna estadística sería válida con tan pocos casos y ya existen estadísticas sobre causas de mortalidad en la época prehispánica por enfermedades infectocontagiosas, tuberculosis y otras.

Momia y niño Muisca encontrado en Gameza

En este comentario vale la pena otra pregunta y es la que se refiere a cuál era la “motivación consciente manifiesta y al inconsciente latente que el ser humano tiene”, no solo para la momificación sino para el estudio de la misma, pudiéndose así hallar dos tendencias: una simplemente “necrofílica” y otra la “necrofilia científica propiamente dicha”, proveniente del instinto epistemológico y la curiosidad para determinar motivaciones y el procedimiento con métodos de las mismas, y así encontrar científicamente cómo se conservó el objeto.

Desde el punto de vista psicoanalítico es bien conocido cómo el ser humano tiene la tendencia, la necesidad y el deseo de conocer profundamente hasta los más recónditos espacios y fenómenos de distinta índole, el origen y el fin del hombre y aun la gran tendencia a la conservación de la vida para hacernos inmortales. Recordemos el mito de Gilgamesh2, de Mesopotamia cómo el personaje en toda su trayectoria vital busca la inmortalidad; después de una serie de hazañas heroicas encuentra a un viejo con toda su sabiduría llamado Utnapishtim.

Cuando la luz regresa, Utnapishtim abre una ventana y ve que los hombres han sido convertidos en piedras. La embarcación está encallada en el monte Nimush. Al séptimo día, Utnapishtim (el equivalente a Noé) lanza una paloma, la cual vuelve; luego libera una golondrina, que también regresa; y finalmente deja ir un cuervo, que no regresa. Utnapishtim abre la barca, saca los seres vivos en todas las direcciones y sacrifi ca una oveja a los dioses3. Entonces llega Enlil, el que había propuesto destruir a todos los humanos.

Está furioso por la supervivencia del hombre. Acusa a Ea de traición, pero éste lo mueve a piedad. Entonces Enlil toma a Utnapishtim y a su mujer y los bendice: “En un tiempo Utnapishtim era mortal. A partir de ahora es inmortal, que viva en la lejanía, donde nacen todos los ríos. Utnapishtim ofrece a Gilgamesh una oportunidad de hacerse inmortal permaneciendo despierto durante seis días y siete noches. Gilgamesh acepta y se sienta a la orilla del mar, y en el mismo instante queda dormido. Utnapishtim le dice a su mujer que todos los hombres son mentirosos y que Gilgamesh negará haberse quedado dormido. Gilgamesh duerme durante seis días y siete noches. Utnapishtim lo despierta y Gilgamesh, asustado, dice: ‘sólo dormité un instante’.”

Utnapishtim le señala el envejecimiento del pan que han puesto junto a él, el cual ahora está mohoso. Gilgamesh se pregunta qué hará y a dónde irá, y siente la muerte. La mujer de Utnapishtim convence al viejo de apiadarse de Gilgamesh.

A cambio de la inmortalidad, el anciano ofrece a Gilgamesh una planta que lo hará joven de nuevo, la cual deberá sacar del fondo del mar que rodea la Lejanía4. Gilgamesh pone piedras en sus pies y se hunde en el agua. Arranca la planta mágica, pero desconfía de ella y prefiere llevarla a Uruk para probarla primero en un anciano y comprobar su efectividad.

Cruza de regreso las aguas de la muerte en una barca. Se detiene a comer y dormir y, mientras duerme, una serpiente se acerca y se come la planta (por esta razón mudan las serpientes su piel). Gilgamesh despierta, se pone de rodillas y, llorando, exclama: “¿Para quién he trabajado? ¿Para quién he hecho esta travesía, para quién he sufrido? No he ganado nada para mí mismo.”

Al final de su viaje, Gilgamesh llega a las puertas de Uruk e invita al barquero a mirar a su alrededor. Le llama la atención sobre la grandeza de la ciudad e, invitándolo a fijar su atención en las murallas, le señala una piedra de lapislázuli en la que está labrada la narración de las hazañas de Gilgamesh, hecha por él mismo.

En esta parte de la escena transcrita de la tablilla 11 (en escritura cuneiforme del mito) se observa el di diluvio universal. Parecería que los dioses que crearon a la humanidad también la castigaran con la muerte.

Sin embargo, los mismos dioses se arrepienten de la destrucción. Las esperanzas humanas quedan depositadas en Utnapishtim, que se salva de las aguas y conserva el conocimiento y la experiencia del cataclismo.

El hecho de que Gilgamesh no pueda cumplir la condición de permanecer despierto seis días y siete noches sentado frente al mar no representa solamente la realidad, sino también la seducción que el mar (la madre) lleva a cabo mediante el arrullo de las olas y la inmensidad. Gilgamesh no miente, sino que dice la verdad: “sólo dormité un instante”. Esa es la realidad de la conciencia, que quiere estar despierta, y esa es su verdad, que no es la realidad.

De todas maneras, en Gilgamesh continúa la ilusión de la inmortalidad, aunque al mismo tiempo subsisten la duda, la incredulidad y la necesidad de evidencia. El héroe necesita comprobar en otros la realidad de que comer la planta devuelve la juventud perdida.

En otras palabras, necesita efectuar la prueba de realidad en el otro. Al final, la parte animal, la serpiente, le roba definitivamente la posibilidad de ser inmortal. La serpiente puede cambiar de piel, cosa que el ser humano también hace a cada instante. Sin embargo, al final, el hombre llega nuevamente al principio, a las puertas de donde partió, y sólo le queda lo que él mismo ha hecho de su propia vida.


* Comentario a “Un estudio sobre momias colombianas”, presentado en la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina, 21 de marzo/2007, por el Académico Doctor Hugo Sotomayor Tribin, Antropóloga Alejandra Valverde Barbosa y la Bacterióloga Magister Sandra Bello Rosas.

1 Ver mito del oro en la obra Ciencia, Mitos y Dioses, Cargraphics, 2004 y en una Ventana a los Orígenes, en prensa.

2 Primer mito escrito y conocido de la humanidad, en donde aparece el diluvio universal y el Noé judeocristiano.
3 Todo esto es muy semejante al mito del diluvio universal y al personaje de Noé del Antiguo Testamento

En todo este mito, como en cualquier otro, nos encontramos con un contenido manifiesto y un contenido latente (la fantasía inconsciente). Vemos la omnipotencia en Gilgamesh y Enkidu. Presenciamos también el triunfo: Gilgaiesh vence a Enkidu y los dos a Humbaba (rivalidad y alianzas).

También se presenta el desprecio de Gilgamesh a Ishtar. Duda, ambivalencia, desconfianza e incredulidad están a la orden del día en la vida del personaje, así como la ilusión de la inmortalidad. Las posiciones depresivas y esquizo-paranoides5 se hacen presentes a cada instante.

Volviendo al psicoanálisis existen múltiples significaciones con respecto a la vida y a la muerte. Anotemos aquí cómo lo que llama el psicoanálisis los “objetos muertos” (las partes de las relaciones vinculares o afectivas con los otros seres ya fallecidos) ha estado en toda la humanidad y en toda la historia y se ha plasmado en la literatura; ocurre sí que el ser humano se angustia ante la muerte y la pérdida, y algunas veces tiene los objetos muertos vivos o en agonía negando la nada. Desde la Biblia hasta García Márquez, se ven estos objetos cómo funcionan en el inconsciente y luego en el consciente.

No quiero seguir adelante sin citar un pasaje de un escrito de Freud (“Nosotros y la muerte”, 1915)6 que viene muy al caso: “Pero nadie podría deducir de nuestro comportamiento que reconocemos la muerte como necesidad, que tenemos la firme convicción de que cada uno le debe a la naturaleza su muerte.

Al contrario, siempre tenemos una explicación que rebaja esta necesidad a una casualidad. El que murió se había agarrado una pulmonía infecciosa, esa no fue necesaria; otro estaba enfermo desde largo tiempo, pero no lo sabía; un tercero era ya muy viejo y débil.

Contra todo esto la advertencia: on meurt à tout age. Inclusive si se trata de uno de nosotros, de un judío; nos llevamos la impresión de que un judío no muere jamás de una muerte natural. Por lo menos lo arruinó un médico; estaría, si no, aún vivo. Se reconoce que uno tiene que morir finalmente, pero sabemos alejar este “finalmente” a gran distancia. Cuando preguntamos a un judío cuántos años tiene, nos responde con alegría: ¡entre 60 y 120!”.

“En la escuela psicoanalítica -a la cual represento, como ustedes saben- se hizo la aseveración de que en el fondo nadie, ninguno de nosotros, cree en su propia muerte. No la podemos imaginar. En todo intento de imaginarnos qué sucederá después de nuestra muerte, quién nos llorará y cosas parecidas, podemos ver que participamos aún en la función de observadores. Y es realmente difícil convencer al individuo de esta tesis. En cuanto se halle en la situación de vivenciar la experiencia, queda inaccesible a toda prueba.

“Cuenta con la muerte de otro o piensa en ella sólo un ser duro o malo. Gente más débil y mejor -como todos nosotros- se resiste a estos pensamientos, especialmente cuando de la muerte de otro podemos esperar una ventaja en términos de libertad, posición o propiedad.

Pero si se produce la casualidad de que el otro muere, lo admiramos casi como un héroe que fue capaz de hacer algo extraordinario. Si fue nuestro enemigo, nos reconciliamos con él, terminamos con nuestras críticas: De mortuis nil nisi bene; permitimos con gusto odas inverosímiles en su lápida conmemorativa.

Quedamos empero sumamente indefensos cuando la muerte se lleva a una persona querida, uno de los padres, esposo o esposa, hermano, hijo o amigo. Enterramos con él nuestra esperanza, pretensiones, disfrute; no nos dejamos consolar y nos resistimos a reemplazar a la persona perdida. Nos comportamos como una especie de Asra que muere también con la muerte de sus queridos”.7

Aquí también denotamos la necesidad del hombre en el deseo de poder, que se puede reducir al poder de vencer (o al menos igualar) al dios-padre. La respuesta de éste es el castigo: la confusión del conocimiento y la lengua, la castración, la muerte y la detención del tiempo para la subjetividad del hombre.

Hay en la confusión una posible muerte, por la osadía de la omnipotencia y la omnisciencia narcisistas. Éstas originan en las figuras del padre y la madre una herida narcisista, producida por el atrevimiento de dichos deseos de poder en su contra.

El hombre necesita del poder para permanecer en la vida. Por esto, el ser humano se defiende de la muerte mediante la negación de la misma. Ahora bien, aunque el hombre estudia para conocer y descubrir verdades, éstas son cambiantes.

Hay que tener en cuenta que la verdad no es una y que es poco lo que se puede llamar verdad (no así realidad externa e interna). Cada ser humano tiene su propia verdad, revestida de una y mil formas, sujeta a cambios y alteraciones. Lo importante no es encontrar una verdad, sino todo lo que está a nuestro alcance, tanto por dentro como por fuera de nosotros mismos.

Nos interesa encontrar la verdad del aquí-ahora, la verdad de que sí existe una vida y que al final de ella viene la muerte. Así pues, la postura ante esa realidad y verdad es, en suma, la aceptación de una y otra.

La verdad es que vivimos en el ahora, y que en el después está el final, la muerte. Este hecho nos lleva a sentir y percibir angustia. El futuro es una expectación, una ilusión que alimentamos y una posibilidad incierta. Por eso, la fantasía inconsciente manipula el tiempo, la realidad y la verdad de los hechos para no sentir o vivir la posibilidad de dicho fin, de la nada y de la muerte.

De ahí que los dioses (hechos por el hombre) sean inmortales, y que los mortales quieran ser dioses robándoles a éstos la inmortalidad y desmintiendo la realidad en contra de esa verdad dolorosa. Llegamos a esa situación límite cuando sentimos la vida amenazada y en la espera de la nada. Esto hace que se desmienta y se niegue el tiempo mediante la creación del concepto mítico del nirvana.

El concepto de “nirvana” implica para algunos una atemporalidad y una placentera inmutabilidad, y para otros un eterno presente. La fantasía del “Reino de los Cielos” se presenta como una expectación que ha de ser realizada en el futuro.

Así mismo, el denominado “Juicio Final” del Nuevo Testamento implica la espera de un acabamiento, de un fin, pero con un veredicto sobre lo acontecido desde la Creación hasta ese fin. Si nos preguntamos qué habría antes de la “Creación” y qué habrá después del “Juicio Final”, nos tocará o bien cambiar el tiempo concebido por el hombre por uno externo físico o bien entrar en el monocronismo.

Otro aspecto de la dinámica de los objetos muertos que debemos mencionar es el de lo siniestro y el objeto bizarro. Están conformados por la función mental que incluye las fantasías inconscientes sadomasoquistas y el impulso emocional por el objeto físico. En la psicosis, el objeto muerto persecutorio es vivido constantemente y es el núcleo del trastorno mental.

En estos pacientes existe un continuo ataque envidioso al objeto muerto, y el sadomasoquismo persiste. En los núcleos psicóticos, la falla o falta básica que produce el vacío procede de la respuesta real del objeto primario-madre, que no llena y que deja el espacio psíquico hueco, sin contenido. Así, las identifi caciones proyectivas del sujeto provienen del despertar del sadomasoquismo, que da vida a todos los objetos persecutorios en ese escenario caótico, confuso y psicótico.

Concluimos cómo en el psicoanálisis también se baja a los infiernos del inconsciente en donde existe una confusión, se encuentran los objetos muertos, los cadáveres, el sadomasoquismo, la destrucción, y si no se llega y pasa por él, tampoco el hombre se puede recuperar de esos espacios tormentosos por los que Dante también pasó en su obra: La Divina Comedia.

Algo que el sujeto tampoco tolera es la incertidumbre de no ver o no conocer en dónde queda el ser querido enterrado; de ahí la tendencia a descubrir las fosas comunes o individuales, o el deseo de las familias de encontrar aquellos lugares donde reposan los restos y se siguen buscando a los muertos en los campos.

Con ello se trata de saber del ser amado, y darle el último adiós y sepultura merecida; es como si así se sellara o se saldara una deuda, y a la vez fuera el paso trascendental de la elaboración del duelo (pérdida). Recordemos aquí como hace más de 3 millones de años el “homo erectus” necesito sepultar sus muertos y ponerles flores en la tumba; fue así como se hallaron semillas de aquellas; es esto un testimonio de los vínculos amorosos en que se manifestaba la paradoja de la muerte y de la nada con la esperanza de nueva vida en la belleza también efímera de los colores.

De todas formas es quedar en paz; y, no olvidemos que los animales también lloran. No omitamos cómo las grandes tumbas de los faraones y reyes mesopotámicos, así como las de mesoamérica y Perú, se perpetuaba la existencia del ser supremo, el poder, la vida, se atravesaba el río en la barca que los llevaba al más allá con las riquezas materiales del ese momento.

Es así como también llegamos a la “necrofobia” y a la “necrofilia”. La primera es el temor al objeto muerto, a lo muerto, a la nada, lo cual el hombre no tolera y reacciona con la náusea y la angustia y aun con la neurosis y psicosis repudiando el objeto muerto. He ahí también el enlace con el complejo de Edipo, el de castración y sus precursores.

Estas fobias pueden defenderse con contrafobias; es decir, se crea una conducta inversa (llamada transformación por lo contrario), la cual se realiza para protegerse de la ansiedad ante el objeto muerto y la muerte; el sujeto reacciona buscando el objeto muerto, por ejemplo dedicándose al estudio de los muertos; uno de los ejemplos más dicientes en los médicos está en la especialidad anatomía patológica, en que se tiene que hacer la necropsia (autopsia) para investigar los motivos de la muerte; en esta última investigación se funde el deseo de la vida y el estudio de la muerte; otro de los ejemplos es el estudio de las momias u otro no científico que es el cuidado de los muertos en anfiteatros o en cementerios ya sea enterrándolos o desenterrándolos para darles los restos óseos a los deudos.

Aún más puede inclusive llegarse a presentar perversiones necrofílicas en donde el sujeto obtiene placer erótico con los seres muertos. De esto concluimos cómo de una necrofobia puede pasarse a una contrafobia y convertirse en una necrofilia, la cual puede tener la connotación de la sublimación

En realidad existe una ancha banda de posibilidades en las conductas del ser humano, en relacióna la necrofobia y a la necrofilia, en las cuales se plasman el temor o el deseo placentero y el conocimiento; es como si en el cerebro del ser humano existiera (o existe) ese impulso que lo lleva al conocimiento (curiosidad) y al placer del mismo en forma sublimada en un abanico de posibilidades de conductas para defenderse de las diferentes angustias.

Dentro de este polimorfismo conductual del hombre pueden presentarse acciones que lo llevan o conducen a la sublimación científica histórico humanística en la museología hasta llegar a la dolorosa angustia de ver y tocar al muerto y evitar el lugar donde ocurrió la muerte; lo contrario equivale a la construcción del mausoleo para perpetuar la vida en el recuerdo.

Así mismo a través del tiempo se observó la comida totémica para protegerse de ansiedades persecutorias introyectando e identificándose con “el padre poderoso muerto”; algunas veces por el parricidio. He ahí también cómo operan los mecanismos de defensa ante la pérdida del ser querido ambivalente, idealizado, protector, con el cual se trata de identificar.

En la era cristiana se realizó este mecanismo de introyección e identificación a través de la eucaristía, asimilando el objeto internamente, haciéndolo suyo en su mismidad y sintiéndose de tal forma salvado de la culpa, de la ansiedad ante la muerte, destrucción y la nada.

A la vez puede ocurrir que el sujeto se defienda con el juego y es así como aparecen “el día de las brujas” en que el disfraz, el baile y los dulces surgen para aliviar contra fóbicamente los temores ante la muerte. Esto mismo se ha observado en diferentes culturas en el teatro, la danza o simplemente en los juegos de los niños o adultos que se recrean con lo terrorífico. Nótese que la comida y la bebida siempre están presentes en los festejos del nacimiento, cumpleaños, grados y en ciertas culturas en los entierros; en todos ellos hay un sentimiento de pérdida, a la vez que de ganancia.

Para finalizar, paradójicamente, quiero hacer la siguiente observación: cómo en todas las momias examinadas dentro de este estudio nos encontramos con que en el objeto muerto, cadáver o momia, en ese medio ambiente está el cultivo de la vida; de ahí que aparecen el inicio de la conformación de las levaduras, las esporas, los hongos.

Es como si se repitiera el ciclo; más allá de la muerte se asienta o nace la vida. He ahí los opuestos. Cuando decimos vida nos referimos a la vida molecular, organizada en átomos y partículas subatómicas con materia en donde participa la materia y la energía en una función, para reproducirse y cambiar; más aún, nace la curiosidad del hombre científi co que desea conocer más allá de la muerte y se encuentra con la vida.

No puedo omitir aquí los conceptos de témporoespacialidad y de la relatividad en general. Cuando el físico amigo de Einstein, Besso murió Einstein escribió: “Besso se me adelantó algo en abandonar este extraño mundo. No tiene la menor importancia. Para nosotros, físicos convencidos la distinción entre ayer, hoy y mañana no es más que una ilusión”. Obviamente el genio de Einstein se refería a su teoría de la relatividad que opera en cuatro dimensiones.

Termino este breve comentario felicitando al Académico de Número doctor Hugo Sotomayor Tribín, a la antropóloga Alejandra Valverde Barbosa y a la Bacterióloga Magister Sandra Bello Rosas por la presentación que nos hicieron en la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina.

Bibliografía

– CIFUENTES, D., “La epopeya de Gilgmesh y la definición de los límites humanos”, Barcelona, Junio, 2000.
– DE ZUBIRIA, R., “Muerte y Psicoanálisis”, Editorial Grijalbo, 1996.
– SÁNCHEZ MEDINA G., “Creación, Arte y Psiquis”, Editorial Cargraphics, Bogotá – Colombia, 2003.
– ____, “Ciencia, Mitos y Dioses”, Editorial Cargraphics, Bogotá, Colombia, 2004.
– SILVA CASTILLO, J., “Gilgamesh, o la angustia por la muerte (Poema babilónico)”. Traducción directa del acadio, México, El colegio de México, 1994.
– UPPEN KAMP A., Traducción de “Nosotros y la Muerte” (1915) de Sigmund Freud, aparecido en agosto de 1991 en el Boletín Informativo de Fepal, páginas 12-21, Montevideo, Uruguay, 1991.


4 El ser humano siempre ha ido tras la eterna juventud y el encuentro del fruto que prohíja la vida (por ejemplo la raíz de mandrágora). Los españoles en la conquista buscaron en la Florida la fuente de la eterna juventud y otros lo hicieron en la Amazonia.
5 La disociación de los dioses no es otra cosa que la disociación del Superyó en unos aspectos tolerantes y otros represivos. En el deseo de inmortalidad también nos referimos al narcisismo y al ideal del yo unido al Superyó.

6 Parte de un escrito aparecido en agosto de 1991 en el Boletín Informativo de Fepal, durante la presidencia del doctor Alberto Pereda. La traducción pertenece a Annette Uppen Kamp, páginas 12-21, Montevideo, Uruguay, 1991.
7 Tomado del libro Creación, Arte y Psiquis, Editorial Cargraphics, Bogotá, 2003

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