Risa Patológica

La risa tonifica la vida, rompe la monotonía cotidiana, es el remedio infalible, despeja aprensiones, irradia simpatía. Esas aspiraciones más o menos ruidosas, dependientes en gran parte de las contracciones del diafragma, acompañadas de movimientos involuntarios de los músculos faciales con resonancia de la faringe y el velo del paladar, es provocada por algo que mueve el ánimo en virtud de su carácter jocoso, ridículo y placentero; patrimonio exclusivo del ser racional, la risa exterioriza nuestra alegría, nuestra euforia. Si que nos hace falta reír en estos días difíciles; “hay que reír sin esperar a ser felices, no sea que muramos sin haber reído”, decía el francés Jean de la Brujére.

Hay quienes prefieren la sonrisa, considerándola expresión más educada que la risa, como el flemático Lord Chesterfield; otros ríen para olvidar, como José Santos Chocano; pero si es inapropiado para el estímulo, exagerada, incontrolable, o simplemente no media estímulo alguno, tiene entonces un significado semiológico en medicina.

Las tres causas más frecuentes de la risa como manifestación de enfermedad son la parálisis seudobulbar (causada por trombosis cerebral bilateral) donde los ataques de risa y llanto no implican emoción alguna; en las convulsiones gelásticas, la risa es manifestación de epilepsia. un caso curioso informado por el neurólogo Daniel Jácome (visto en la Universidad Minnesota) fue el del paciente que al hiper-extender su espalda tenía crisis de risa acompañada de sensación sexual intensa (orgasmolepsia). La esquizofrenia y la histeria, trastornos psiquiátricos, también pueden presentar risa compulsiva como expresión patológica; pero niegan estar felices y no saben por que ríen.

La risa histérica ha sido bien documentada en grupo; el caso más raro ocurrió en África Oriental entre 1962 y 1964, cuando mil personas, más que todo niñas, rieron de manera contagiosa. Comenzó como grupo en una escuela católica, sin parar, pasó a otras catorce escuelas que tuvieron que cerrar sus aulas (he aquí una alternativa distinta a adelantar las vacaciones); pero la risa de las niñas contagió a las madres y a otros familiares del sexo femenino y como resultado de este fenómeno no conversivo, hubo quienes debieron ser hospitalizados al quedar exhaustos.

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