Eutanasia, Algunas Reflexiones Éticas, Jurídicas y Filosóficas

Fernando Guzmán Mora*
* Cirujano Cardiovascular y Torácico. Jefe del Departamento de Cirugía. Fundación Santa Fe de Bogotá.
Correspondencia: depciru@fsfb.org.co

Definición

Eutanasia es un comportamiento mediante el cual, por razones humanitarias relacionadas con el sufrimiento, se provoca intencionalmente la muerte de una persona, sea mediante acción directa (producción o anticipación de la muerte) e indirecta (no intentar detener la muerte) debido a la presencia de una enfermedad incurable, una entidad letal, una lesión dolorosa o un evento que causa un enorme dolor físico o moral.

Esta acción se efectúa con o sin el consentimiento del enfermo, denominándose según el caso, como voluntaria o involuntaria.

La eutanasia tiene, entonces, varios componentes:

• Es acción, en el sentido de acto deliberado, premeditado y consciente por parte de quien interviene la vida del paciente

• Es humanitaria desde el punto de vista de interpretar el sufrimiento como fuera de lo común, muy difícil o imposible de manejar y con base en una enfermedad de tipo incurable o pobre pronóstico a corto plazo.

• Puede mediar una acción directa, bien sea utilizando agentes de cualquier tipo (especialmente farmacológico) que acorten la vida, en relación causa efecto agenteefecto mortal (ejemplo: administración directa de cloruro de potasio por vía venosa)

• Puede ser a través de una acción omisiva al no administrar un elemento de tal importancia vital para el enfermo, que su falta produzca la muerte (ejemplo: no administrar dosis de insulina a un diabético en estado crítico).

Para que el acto eutanásico sea considerado como tal, debe excluir el criterio de personas que puedan ser motivadas por incomodidad o egoísmo respecto del enfermo. Por lo tanto, prima el interés del enfermo, sea consciente o no.

Dicho de otra forma, se tiene en cuenta su propio deseo (eutanasia voluntaria) cuando lo ha manifestado previamente por escrito.

No es eutanasia el suspender el apoyo vital en caso de muerte cerebral demostrada.Tampoco lo es el oponerse a tratamientos agresivos o de gran envergadura cuando las posibilidades de recuperación son mínimas, aceptando el curso de la enfermedad y la muerte (ortotanasia). Por otro lado, no puede confundirse la eutanasia con la distanasia, que es la prolongación innecesaria, inhumana e ilógica de la agonía.

Vida y Muerte Humanas

Es el conjunto de funciones biológicas, que permiten al ser humano la posibilidad de conocerse a sí mismo, el mundo que lo rodea y las interrelaciones que pueden darse entre sí. Asímismo, posibilitan las capacidades inherentes a su esencia, como crecimiento, desarrollo, reproducción e incluso muerte.

El concepto de vida está ligado, para muchos pensadores, con el concepto de relación consigo mismo y con los demás. Involucra además el concepto de voluntad, libertad y conciencia de bienestar.

De otro lado, el fenómeno de cesación de la actividad vital no ha podido ser correctamente definido por nadie, ni en términos filosóficos, ni en términos biológicos, ni muchísimo menos en el plano físico matemático. Desafortunadamente, la mejor definición sigue siendo: muerte es lo contrario a la vida.

Una definición Médico-Legal de muerte es: la detención del proceso que preserva la integridad física del cuerpo. Es decir, la detención del proceso de la vida y como tal es una secuencia de hechos que culmina en la cesación de las funciones biofisiológicas.

A este respecto, los legistas y abogados han estudiado a fondo las manifestaciones de la muerte, la que han confirmado mediante la comprobación de la abolición de las funciones nerviosas (inmovilidad, flacidez muscular, parálisis de esfínteres, ausencia de actividades psíquicas), extinción de las funciones circulatorias (ausencia de pulso y latidos cardiacos), y extinción de las funciones respiratorias.

Los legistas van inclusive más allá y tratan de definir el término agonía, como un sinónimo de combate, de lucha, aunque no implique necesariamente la posibilidad de victoria. Es simplemente la última etapa antes de morir.

El atormentado, el viejo, el enfermo, mira la muerte como una liberación. Nietzche escribía el siglo pasado: «…Uno debe partir de la vida como Ulises partió de Nausica: Bendiciéndola más que amándola…»

Y cuando contemplamos la tenacidad con que los viejos se aferran a la vida se vuelve más válido el análisis de Leopardi: «…La muerte no es un mal. Ella libera de todos los males al hombre y, si lo depriva de cualquier cosa buena, también le quita su deseo por ella. La vejez es el supremo mal, puesto que depriva al ser humano de todos sus placeres, dejando vivo su apetito por ellos, trayendo con ello sufrimiento. Sin embargo, el hombre teme a la muerte y desea la vejez…»

Muerte Cerebral

El cerebro es la vida afectiva del ser humano y por lo tanto el límite biológico para considerar la muerte del mismo. El capítulo de la vida de un ser humano, independientemente de cualquier especulación filosófica, finaliza cuando el cerebro deja de funcionar en forma irreversible. El muerto cerebral es irrescatable. Para él ya no hay esperanza. El proceso de lucha probablemente ya no existe y su muerte biológica total es cuestión de tiempo.

Y si bien deben observarse con dicho ser todas las consideraciones que merece un paciente en estado crítico en el sentido de mantenerlo confortable y sostenerlo en sus funciones biológicas primarias, no debe olvidarse que su tiempo está definitivamente «contado» y sus posibilidades futuras se reducen a cero.

Por lo tanto, para efectos prácticos, aunque todavía no podamos definir la muerte en forma matemáticamente exacta, la pérdida irrescatable del cerebro de un ser humano es el punto de no retorno, el límite médico que separa al vivo del muerto y el momento biológico en el que cualquier tratamiento solamente servirá para prolongar una agonía innecesaria y la extensión variable de un dolor familiar que no tiene justificación de ninguna clase.

Derecho a Morir Dignamente

Éste es, en esencia, el derecho a tener soporte al final de la vida. Este soporte se materializa en compañía humana; manejo del dolor, la incomodidad y la angustia de la proximidad de la muerte; a la información sobre la gravedad de la enfermedad y el proceso del fin de la vida.

Enfermo terminal es aquella persona que padece una enfermedad que, a la luz de los conocimientos científicos actuales, no es susceptible de curación y quien entra en un estado de deterioro progresivo que lo conducirá inevitablemente a la muerte en un plazo corto de tiempo.

Enfermo en estado vegetativo es el individuo que pierde irreversiblemente la capacidad de conciencia de sí mismo y del mundo que lo rodea, sin posibilidad de mejoría, a pesar de la presencia de algún tipo de actividad cerebral de tipo eléctrico o reflejo.

Tipos de Intervenciones Médicas sobre el Enfermo

Pueden ser de varios tipos:

• Urgentes de alto riesgo y buena probabilidad de recuperación Ejemplos: herida por arma de fuego en abdomen que compromete territorio vascular. Infarto agudo en evolución en persona joven.

• Urgentes de alto riesgo y baja probabilidad de recuperación Ejemplos: sección medular total por trauma penetrante de columna.
• Urgentes de bajo riesgo y alta probabilidad de recuperación Ejemplo: apendicitis aguda.
• Electivas de alto riesgo y buena probabilidad de éxito Ejemplo: trasplante cardíaco.
• Electivas de alto riesgo y baja probabilidad de éxito Ejemplo: cambio valvular cardíaco en cardiopatías dilatadas terminales.
• Electivas de bajo riesgo y alta probabilidad de éxito Ejemplo: herniorrafia inguinal.
• Electivas de bajo riesgo y baja probabilidad de éxito Ejemplo: secuelas faciales de quemaduras de tercer grado.

La Autodeterminación de las Personas

El médico tiene la obligación de mantener al paciente permanentemente informado y la información debe ser completa y precisa, siempre que sea posible darla. Habrá eventos en los cuales el médico, según prudente juicio, mejor deba abstenerse de dar una información que lleve al paciente a un estado físico o mental peor de aquel en el que se encuentra. Pero si necesita la autorización del enfermo o de sus familiares para proceder clínicamente, está en la obligación insoslayable de advertir el riesgo previsto, so pena de responder por él (artículo 16, Ley 23 de 1981).

Esta obligación deriva, claramente, del principio de libertad que hace de los actos del ser humano una manifestación de su soberana determinación personal. La autonomía que consagra y ampara la Constitución Política de Colombia como desprendimiento de esa libertad (artículos 13, 16 y 28), está implícita en las decisiones de quien se somete a un tratamiento médico. Incluso, como se ha recordado por la Corte Constitucional, cuando esas decisiones “se toman de manera imprudente o en perjuicio de la salud.

Esta perspectiva considera peligrosa la posibilidad de reservar un derecho de intervención en aquellos eventos en los cuales el médico piensa que el paciente ha tomado la opción equivocada. El principio de autonomía permanece incólume aun cuando la persona elige de manera consciente un camino que no conduce al beneficio de su mejor interés.

Esto es lo que en filosofía se conoce como ‘voluntad débil’. El derecho de los fumadores, por ejemplo, se funda en este tipo de justificación. No obstante la certeza del mal que produce el consumo del cigarrillo, se supone que el valor de la autonomía está por encima del perjuicio que pueda derivarse de la opción escogida.” (Sentencia T- 401/94)

En esta forma se entiende que ante el riesgo, más o menos grande, que entraña toda intervención médica, corresponde al paciente, y no al médico, tomar la decisión y asumirlo.

Si el paciente no está de acuerdo con la opción que el médico le presenta, puede elegir libremente a otro profesional que se haga cargo del asunto.

Si el paciente propone o escoge una opción con la que el médico tratante no convenga, puede retirarse del tratamiento, como lo autoriza el artículo 7 de la Ley 23 de 1981, que a la letra dice:

“[…] cuando no se trate de casos de urgencia, el médico podrá excusarse de asistir a un enfermo o interrumpir la prestación de sus servicios, en razón de los siguientes motivos: […] c) que el enfermo rehúse cumplir las indicaciones prescritas.”

En la órbita penal hay necesidad de hacer una aclaración: no hay delito en atentar contra sí mismo, contra su salud o contra su propia vida. El reconocimiento del principio de autonomía ha sido permanente en el derecho penal, que solamente castiga los comportamientos que atenten contra otra persona o contra la sociedad.

El artículo 327 castiga la inducción o la ayuda al suicidio que ‘otro’ preste al suicida, quien (dicho sea de paso) actuará según su designio, sin miedo a la sentencia del juez. Pero el médico que lo induzca o que le preste ayuda será castigado con prisión de dos a seis años. Obviamente, el principio de autonomía del paciente tiene un límite: el del actuar ético del médico, que ha jurado servir a la humanidad respetando la Ley. Por ello, cualquier determinación del paciente, por más ‘libre y autónoma’ que se pretenda, no obliga a un profesional que considere esta decisión absurda o contraproducente. Secundar al enfermo en su irresponsabilidad es participar conscientemente del daño que esa decisión pueda producirle.

Historia de la Eutanasia

En Esparta los niños con malformaciones eran arrojados por el monte Taggeto. Los Bretones, por su lado, aniquilaban rutinariamente a los enfermos incurables, de la misma forma en que los Hindúes ahogaban en el Ganges a los deshauciados .

En 1516, Sir Thomas More se refiere al procedimiento eutanásico en su obra cumbre ‘Utopía’

Pero quizás el ejemplo más dramático del ejercicio eutanásico sea la Francia renacentista. Tal como describe el más grande cirujano del siglo XVI, Ambrosio Pare (1510-1590):

“…Entré a un establo y encontré cuatro soldados muertos y tres recostados contra la pared, con sus caras completamente desfiguradas, ciegos, sordos y mudos y con ropas humeando por la pólvora que los había quemado… Un soldado viejo me abordó y me preguntó si existía alguna forma de curarlos, a lo cual respondí que era imposible… Entonces se aproximó a los heridos y les cortó el cuello delicadamente y sin rabia. Viendo esta cruel acción le dije que era un hombre perverso, a lo cual me respondió que si el hubiera sido el herido, cualquiera de sus compañeros le habría prestado la misma muerte rápida, en lugar de dejarlo morir lánguida y miserablemente…”

En el siglo XVII se utilizó el término eutanasia para referirse a muerte fácil. De hecho, hospitales como la Salpetriere se idearon más con un criterio de concentrar en un solo sitio a los indeseables sociales, principalmente enfermos, inválidos, huérfanos y mendigos, que salían del miserable hacinamiento de las ‘casas de salud’ solamente en tres formas: al ejército, al cementerio o a las galeras.

Francis Bacon, en 1605, utiliza el término eutanasia para hacer referencia a aquellas medidas encaminadas a transformar el episodio de la muerte en algo menos desagradable, al apoyar física y espiritualmente al enfermo.

El uso de la anestesia, utilizada previamente por culturas antiguas, se debe al empuje de Hill Hickman en París en 1828 y Morton y Warren en 1846 en los Estados Unidos.

En 1831 se descubre el cloroformo y se utiliza en Edimburgo en 1847. Los alemanes descubren el Cloruro de Etilo en 1848. En este mismo año se sugiere la utilización de la anestesia para aliviar las molestias de la agonía.

El primer tratado sobre eutanasia fue escrito por el Dr. William Mont en el siglo XIX. Fue precisamente a finales de este siglo cuando se utiliza el término para referirse a la acción misma de poner fin a la vida de un enfermo.

En 1905 Charles Norton vuelve a proponer el ejercicio de la eutanasia.

En 1935 el Dr. Killick Millard funda en Londres la Sociedad para la Eutanasia. Su contraparte Norteamericana nace en 1938.

En 1936 se presenta el debate para legalizar la eutanasia en el Parlamento británico.

Sobre el derecho a morir dignamente y la obligación moral del médico a colaborar con el enfermo terminal, aparecen dos textos: uno en 1955 llamado “Moral y Medicina” por Joseph Fletcher y “La santidad de la vida y la ley animal” de Glanville Williams en 1958.

En nuestra época, el ejemplo más importante de eutanasia es Holanda. En consideración al envejecimiento progresivo de la población, debido a la prolongación de la vida en las personas mayores y a la posibilidad de sufrir enfermedades crónicas e incurables, los holandeses han analizado muy cuidadosamente la aceptación de la muerte como una posibilidad real.

Asimismo, la confianza de la gente en sus médicos familiares y el planteamiento del problema entre la Asociación Médica Holandesa y el Tribunal Supremo Holandés, ayudó a perfeccionar el documento conocido como la “Declaración Vital”, en donde se plantea la indefensión de la persona y el compromiso de su dignidad personal frente a una abrumadora tecnología que prolonga la vida en una forma absurda. Esto se apoyó en encuestas públicas, 1993, que demostraron que casi el 80% de la población holandesa se encontraba de acuerdo con la eutanasia.

Pero lo más contundente es el hecho de haberse notificado 1424 casos de eutanasia, de los cuales 1410 llegaron al denominado desistimiento por parte de la Fiscalía de La Haya. Los catorce casos que se llevaron a juicio fueron completamente absueltos, luego de la investigación preliminar.

Los holandeses consideran que, siempre que la eutanasia se practique dentro del marco de “la lex artis” para tal efecto, no puede ser considerada delito. Cuáles son esos parámetros de lex artis?

1. Naturaleza voluntaria por parte del enfermo
2. Petición considerada detenidamente
3. Sufrimiento intolerable del paciente
4. Asesoramiento experto
5. Realización técnicamente responsable.

En nuestro continente el evento más reciente es el de la llamada ‘máquina de la muerte’. El Doctor Jack Kevor Kian, luego de mucho tiempo de estudio y experimentación animal diseñó una máquina que contenía infusiones de barbitúricos, relajantes musculares y cloruro de potasio que, al ser activada por el mismo paciente, producía la muerte sin ningún tipo de dolor o molestia, en el lapso de seis minutos.

Una de sus primeras pacientes fue la señora Janeth Adkins, quien a los cincuenta y cuatro años de edad y luego de haber recibido la noticia de una enfermedad incurable , decidió poner fin a sus días con la máquina del doctor Kevor Kian, eximiéndolo por escrito de toda responsabilidad.

El caso fue juzgado en la Corte del Estado de Michigan, la que exoneró de cualquier cargo criminal al inventor de la máquina, a lo que luego siguió la promulgación de la Ley de Autodeterminación del Paciente, la cual incluye los derechos del paciente a morir dignamente.

Formas de Eutanasia

I. De Acuerdo con la Voluntad del Enfermo

• Involuntaria. No tiene en cuenta el deseo o voluntad del paciente en la decisión de morir.
• Voluntaria. El enfermo toma la decisión de no aceptar ninguna forma de tratamiento y así lo consigna por escrito.

II. De Acuerdo con la Acción del Médico

• Activa intervencionista. El médico decide inyectar una ampolla de cloruro de potasio en la vena de un enfermo terminal de cuidados intensivos.
• Pasiva absoluta. Se ha decidido no continuar con formas agresivas de tratamiento, pero ni siquiera se administran al paciente en estado crítico los elementos básicos para conservar su vida: líquidos, alimentos, etc., sabiendo que la muerte llegará por falta de soporte vital básico.
• Pasiva no intervencionista. El paciente recibe los elementos de soporte básico, pero en caso de eventos críticos (paro cardíaco, hemorragia masiva, etc.), se evitan maniobras de reanimación.

III. De acuerdo con la situación del enfermo

• Terminal. Cuando se trata de pacientes considerados en proceso de enfermedad avanzada, irreversible y progresivamente letal.
• Paliativa. En casos de enfermedad incurable que produce gran incomodidad y dolor a quien la sufre y cuya curación no es posible.

Eutanasia y Ética

La ética se basa en el análisis del bien y del mal. Por lo tanto, dentro de la conducta humana hay acciones que deben normatizarse, con el objeto de evitar que el instinto dirija a la razón. Desde este punto de vista, los actos se llevarán a cabo por convicción propia (nacida de la educación social), por normatización externa y como resultado de una visión general del universo. La ética no es una ciencia positiva. No describe los actos humanos como son, sino como deben ser. Por esto, es una ciencia normativa.

Existen unos principios absolutos para cualquier estructura ética, en lo que concierne al ser humano en sí. Ellos incluyen su autonomía de decisión, su individualidad, su igualdad de derechos y la práctica de deberes elementales como no dañar nada ni a nadie sin absoluta necesidad. El estudio y la enseñanza de estos principios “mínimos” de convivencia es el fundamento de la ética social.

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