Psicoanálisis y Cultura

Académico Guillermo Sánchez Medina

* Presentado en el X Simposio de la Asociación Psicoanalítica Colombiana, el 25 de marzo del año 2000. Incluido en el libro Modelos psicoanalíticos. Arquitectura y dinámica del aparato mental.

Referirnos al tema “psicoanálisis y cultura” nos lleva a una macrovisión, pues estos términos abarcan un amplio campo de conceptualizaciones el cual es difícil de concretizar en forma más específica.

A la vez esta temática nos ubica específicamente en las relaciones del psicoanálisis y la cultura puesto que ese “y” nos indica una dirección; sin embargo, definamos qué entendemos por cultura, y a qué cultura nos referimos cuando estamos haciendo esta relación.

El Diccionario de la Real Real Academia Española, define “cultura” como un cultivo o un culto, y al resultado de “cultivar los conocimientos humanos, y afinarse por medio del ejercicio las facultades intelectuales…”; a la vez es “el conjunto de modos de vida, costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época social”. Estas definiciones nos remiten también indefectiblemente a la historia de las sociedades. (Lea también: Psicoanálisis y Cultura, ¿Qué tienen que ver estos Aspectos con la cultura?)

Es evidente que la misma ciencia, el arte o el conocimiento en general, tienen su desarrollo gracias a una interacción de hechos ocurridos dentro del proceso histórico; de ahí que la cultura actual del inicio del siglo XXI, está siendo influenciada por todos los acontecimientos y descubrimientos desde mucho antes del siglo XX, y a través de este último.

De todas formas, civilización y cultura se sintetizan en la historia del hombre y en sus épocas. Sin embargo, desde un punto de vista general, la civilización se refiere al conjunto de ideas y costumbres que forman y caracterizan el grado de adelanto, organización, educación, convivencia y armonía de un pueblo; en suma es el saber convivir respetando derechos y deberes civiles.

Por lo tanto, un pueblo puede ser muy civilizado y poco culto. De una u otra manera, la cultura promueve el desarrollo de la civilización. Por su parte, una gran información no implica cultura ni civilización. Cultura significa también ser conscientes de nuestra propia historia, de la historia de la humanidad y de la de nosotros mismos.

Dentro del contexto del psicoanálisis podemos afirmar que una es la cultura del paciente, otra la del analista, otra la del “afuera en general” y otra la que se refiere al psicoanálisis en el desarrollo del conocimiento humano; todas ellas pueden analizarse individualmente o en sus interrelaciones e influencias mutuas.

De una u otra forma “Eros” (amor), “Gnosos Logos” (Conocimiento – Discurso), “Ergón” (trabajo), son los pilares que sostienen las culturas y civilizaciones a través de todos los tiempos.

Entendamos que el descubrimiento de América (siglo XV) fue multideterminado por diversos factores: territoriales, socioeconómicos, políticos, religiosos; la Inquisición, la expulsión de judíos de España; también bloqueo del Medio Oriente por los turcos, la deuda de la corona española al califato de Egipto, guerras europeas, papados de los Borgia; además, conocimiento de la brújula, de la esfericidad de la Tierra y posición de las estrellas, paso al oriente por el cabo de la Buena Esperanza, intereses de comerciantes y navegantes italianos para pasar al oriente, etc.

Así mismo, conocemos que en el siglo XVI fue la Conquista de América, el XVII y XVIII los del inicio de la libertad socioeconómica y el auge del renacimiento, y el siglo XIX lo fue de la razón y de las leyes físico-químicas así como las sociales; el siglo XX es el de los grandes descubrimientos científicos y tecnológicos, el desarrollo económico, a la par de las guerras en los diferentes continentes, lucha de la sociedad de consumo (producciónoferta, compra-venta), y el gran aporte de los descubrimientos freudianos del inconsciente.

¿Cuál será el futuro, el devenir del hombre y la sociedad y su cultura en el siglo XXI? Pienso que podría ser una predominancia de la conciencia de ser conscientes del inconsciente, a los niveles individual y especialmente, colectivo.

Sabemos que en los tres últimos siglos tuvieron lugar las revoluciones (revolución francesa, americana, bolchevique, industrial, tecnológica e informática) explosiones de las sociedades carentes y en conflicto, en donde no se contempló el mundo inconsciente; toca ahora la integración de fuerzas, de sistemas y de mundos, en la interrelación individuo-sociedad-cultura; trabajo-producción; amor-odio; construcción-destrucción; creatividadviolencia, para que lo positivo predomine sobre lo negativo, responsabilizándonos del futuro, es decir, que

la envidia, codicia, voracidad, posesividad, avaricia y las fuerzas destructivas sean superadas y poder dar otra dimensión y otra posibilidad al ser humano, respetando diferencias étnicas ideológicas y sobre todo su naturaleza.

Para esto hay que educar o manejar tendencias sin caer en idealismos del superhombre omnipotente sin conflicto; esta posibilidad es la que nos dejó Freud.

De acuerdo con las probabilidades históricas, muy posiblemente en este siglo XXI se harán nuevos descubrimientos científicos del mundo externo e interno; sin embargo, los hallazgos freudianos permanecerán como realidades metodológicas del psiquismo humano que se relacionan con la cultura.

Algunos, quizás muy pocos, hemos vivido los cambios en el psicoanálisis desde el punto de vista teórico, técnico y clínico, en los últimos 50 años; sin embargo, todos hemos estudiado esta disciplina desde su gestación y nacimiento hasta nuestros días.

Aquí se presenta un punto a debatir: ¿Es el psicoanálisis una ciencia, o es una disciplina? y, ¿pertenece el psicoanálisis a las ciencias naturales o a las sociales o la interrelación de las dos?; ¿estamos frente a lo que, en las últimas décadas, la ciencia cuántica, nos trae en su investigación con la teoría de la complejidad y caos en los sistemas no lineales? ¿O estas últimas teorías, de las cuales se afianzan las neurociencias, son sólo maneras o modos de comprender y enriquecer los modelos psicológicos?

Aceptemos que todavía existe una dicotomía entre cuerpo y mente (materia-psiquis), a pesar de que ya hay puentes entre uno y otro, algunos de los cuales son meras analogías o metáforas.

Entendamos que en la cultura actual se han desarrollado en forma muy rápida todas las comunicaciones, las microondas, la informática, la pantalla chica y grande, que producen una explosión de imágenes y nos ponen

continuamente en una velocidad de tiempo inmediato; todo se vuelve más rápido, más pequeño y al mismo tiempo imaginariamente “más grande” o más intenso.

La cultura del psicoanálisis estuvo en su apogeo a mediados del siglo XX; precedió a este auge la cultura de la tecnología electrónica, la genética, la bioquímica, las neurociencias, a la comprensión del psico-soma, y con estas a la psicofarmacología; a la vez, el mismo psicoanálisis ha abierto las puertas a la psicología cognitiva, la cual, para algunos analistas, se aleja del análisis y para otros es un puente más de comprensión, entre cuerpo-mente y/o cerebro-mente.

Esa es la cultura de occidente, la que también está siendo influenciada por la de oriente; sin embargo, en la primera los personajes míticos Edipo, Narciso, Eco y Tiresias son los que predominan y actúan en una forma u otra.

Ocurre sí, que en la actualidad puede haber predominancia de los tres últimos, más aún cuando el primero, Edipo, se ve actuado constantemente en la realidad externa con la violencia o la destrucción; el segundo y el tercero (Narciso, Eco) se ven estimulados por la realidad socializada o culturizada, manejada por un control remoto para aparecer o desaparecer la imagen en el exterior con sus consecuente efectos; así se construye la virtualidad y al mismo tiempo la dependencia de la máquina, y, a la vez, el tiempo que sobreviene es el de aislacionismo y soledad. En otras palabras la cultura de la imagen está influenciando los estados psíquicos en general.

Pensemos solamente un ejemplo de nuestra vida citadina: el martes 21 de marzo del año 2000, debido a la violencia de la guerra en nuestro territorio colombiano, hubo un corte de energía eléctrica aproximadamente de diez horas.

Obviamente hubo congestión, confusión, caos, vacíos, ansiedades, incumplimientos, caídas de sistemas, y más tarde por la noche, carencia de la imagen de televisión, lo cual produjo frustraciones que se manejaron indistintamente de acuerdo con cada familia, pareja o persona, muchas de las cuales recurrieron a la comunicación telefónica para no vivir esa gran privación que nuestra cultura de hoy nos ubica en las relaciones interpersonales, en la negación de la realidad y en las transiciones entre el narcisismo y las relaciones objetales, entre los diferentes niveles de tolerancia de la angustia o la transición entre la posición esquizoparanoide y la depresiva, o en los diferentes estados psíquicos.

Un paciente ese día al llegar tarde dijo: “Llego tarde por que el apagón ocasionado por las voladuras de las torres nos tiene vaciados, maltratados; es una tristeza; esta guerra no tiene cómo acabarse”; luego hizo alusión a las frustraciones y depresión en su vida profesional, por falta de trabajo como arquitecto.

¿Qué podríamos pensar de este material? ¿Acaso es sólo la guerra interna y sus frustraciones de su mundo psíquico las que operan con las resistencias para llegar tarde y sentirse así?.

La respuesta no puede parcializarse, tiene que ver obviamente con lo interno (respuesta psíquica violenta interna, depresión) y con lo externo (impedimentos de cumplir a su hora de costumbre; las frustraciones, su depresión por la falta de trabajo), están de acorde con la realidad externa, pues no hay contratos laborales y el resultado es de sentimientos depresivos y carencias.

El analista aquí no puede dirigirse a interpretar resistencias, masoquismo y tanatos interno, e identificaciones proyectivas. De tal forma, su contención, el esperar, el tolerar, el acompañar en estos momentos críticos, puede ser que le permitan al analizado encontrar dentro de él esto mismo que recibe.

Otro paciente al día siguiente al apagón se refirió a cómo le había hecho falta la televisión para ver los noticieros, pero a la vez, se daba cuenta que había tenido un espacio con luz de velas para dialogar con su familia, comentar sobre la situación de la realidad y también “había pensado cómo en las guerras europeas o en las nacionales a finales de siglo o a principios, antes de llegar la energía eléctrica al país, la gente tenía que acomodarse, leer y estudiar a la luz del farol y de la vela; la oscuridad le había hecho pensar más del pasado y de lo interno”; la realidad frustrante le había podido despertar fantasías, y al mismo tiempo ubicarlo para una nueva adaptación.

A pesar de que todo esto es así, no podemos dejar de pensar el impacto e inundación de ataques externos que producen inseguridades al Yo, el cual se mueve y funciona en el afuera externo real.

Fue así que en ese día hubo pacientes que no fueron al análisis, otros llegaron tarde e hicieron alusión a sus ansiedades por la guerra; los que acudieron al otro día relataron sus diferentes manejos a las carencias por el corte de energía eléctrica.

He ahí la realidad y la cultura dentro de la situación analítica. Realidad de robos, atracos, secuestros y asesinatos, que están llegando al diván. ¿Cómo manejar esta situación?; la respuesta está en ver cómo el analizado maneja su integridad y cómo busca la posibilidad de no ubicarse témporo-espacialmente en medio del conflicto bélico.

Conocemos de algunos analizados que han acudido a la emigración de esta realidad en conflicto socioeconómico y cultural, otros han suspendido la terapia y otros han acudido a la dependencia de empleos que les da cierta subsistencia y estabilidad.

Por todo esto, no necesariamente tenemos que negar las realidades externas negativas y destructivas; lo que sí es importante tener en cuenta, es la posibilidad de cambiar lo internamente malfuncionante con reparaciones y creaciones que le den factibilidad al ser humano de construir o reconstruir un mundo mejor.

Los psicoanalistas no nos salvamos de estas ansiedades, de los conflictos bélicos de la realidad externa, y de las crisis que también se presentan, ni tampoco podemos ignorar todo lo psicopático y esquizoparanoide del entorno sociocultural.

De todas formas, uno es el ser cultural, y otro el que persistentemente, en medio de la guerra, sigue trabajando psicoanalíticamente para ayudar al otro, no sin ser afectado por esa cultura de la guerra sociopolítica-económica, con la militarización correspondiente, la cual esperamos se detenga entre otros factores, por la solución de conflictos psico afectivos y de la misma realidad de carencias y explosión de demandas.

Es imposible negar que años atrás nuestra sociedad vive contaminaciones psicopáticas y sadomasoquistas que han perturbado los principios morales y éticos. Los analistas tenemos que responder con los límites de la ética, y con ello en la terapia analítica con el encuadre en una cultura malsana, la que también puede afectar el quehacer analítico.

De todo esto surge la pregunta: ¿A cuál cultura nos podemos referir?; cuando lo hacemos con el psicoanálisis, ¿lo hacemos a la misma cultura de éste? Recordemos que en cien años ha habido diferentes innovadores de teorías o modelos pasando por Hartmann, Malher, Kohut, Klein, Meltzer, Bion, Kernberg, Lacan, Winnicott, Fairbairn, Balint, entre otros tantos, los actuales postkleinianos, los modelos de convergencia, los modelos que integran la teoría de la complejidad y el caos, o los que correlacionan unos u otros modelos.

Todos ellos convergen en la clínica, en la cultura del diván, pero con divergencias técnicas en la instrumentación del encuadre, las interpretaciones, la aceptación o no de la empatía o la intuición como un instrumento más, en el uso técnico, y así también en el manejo de la transferencia-contratransferencia.

Aceptemos que en el análisis trabajamos primordialmente con el mundo mental interno, y con todas las repercusiones que el Yo hace en el exterior, y, que este último, tiene en el interior; de tal manera que no se trata de cambiar la realidad externa, sino que el sujeto pueda manejarla dentro de sí mismo, con todo lo traumático como lo placentero en su realidad psíquica interna.

Ocurre que la realidad externa, los sueños, y la fantasía inconsciente, todas las cuales son diferentes, se interrelacionan y forman un conjunto en la realidad interna, la que a la vez puede construir una creencia como sentido y sentimiento profundo y luego como conocimiento de aquella realidad interna, que mueve al Yo en su comportamiento.

Lo que sí ocurre, es que la valoración (sobre o sub) que el analista puede dar a la realidad externa, puede estar supeditada por la contraidentificación con partes de la vivencia, que el analista hace de aquella; en que pueden presentarse dicotomías, desviaciones o parcializaciones transitorias o permanentes, no deseables para la objetividad requerida.

Aquí intervienen las creencias y valores de cada uno de los participantes (analista-analizado) en el mundo complejo consciente e inconsciente, en los espacios mentales, en la valoración de los objetos y/o vínculos.

De esto se deduce también la necesidad de un tercer observador, que supervise y dé una mayor objetividad al acto de observación, y a la vez, valide la misma. Todo esto también es necesario llevarlo a las academias, a las universidades e instituciones que hacen parte de la cultura, además de las de salud.

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