Injusticias de la Evaluación Académica

Dr. Álvaro Monterrosa Castro, M.D

Gledys E. Montes Rivera

Podemos considerar que el manejo inadecuado en los procesos de evaluación ha sido y sigue siendo un gran problema en la educación.

¿Cuántos estudiantes han salido del sistema educativo como resultado de una evaluación injusta por parte del docente?.

Es evidente que en la escuela tradicional, y aún hoy a pesar de los nuevos paradigmas, los maestros hemos enfocado la evaluación únicamente hacia la parte cognoscitiva, prueba de ello son los tipos de exámenes que aplicamos a los estudiantes ya sean escritos, de desarrollo, de respuestas cortas, de selección, etc.

Que de todas maneras encasillan al educando en la repetición memorística de datos como: Nombres, fechas, acontecimientos, lugares, cifras o conceptos que por sí no tienen ninguna trascendencia en la realidad de su entorno.

Es común que los estudiantes recurran a copias o fraudes para responder las definiciones que se le preguntan, ya que no las han apropiado en su conocimiento de una forma analítica ni han establecido su aplicación o importancia para la actualidad.

Este tipo de pruebas de rendimiento académico es dañina para el alumno si se convierten en metas predominantes en la escuela, ya que ésta sólo obligaría a memorizar momentáneamente un conocimiento que le permita obtener una buena nota durante un período determinado y que se olvidara con facilidad posteriormente.

Otro vicio frecuente en el manejo de la evaluación por parte de los docentes es tomar un examen como patrón absoluto del desarrollo integral del estudiante, condicionándolo y creando en ellos, un estado de angustia y rechazo hacia la asignatura o la profesión. Esto es resultado de los efectos psicológicos de los exámenes, que muchos de nosotros pretendemos ignorar en nuestro afán de mostrar superioridad frente a los alumnos, empleando la evaluación para ocultar nuestra deficiente preparación.

(Lea También: Las Prácticas Evaluativas para el Momento Actual)

Con nuestras actitudes muchas veces corremos el riesgo de desanimar al estudiante:

A tal punto que después de una evaluación se retire de la institución, y se despierta en él sentimientos de inconformidad e injusticia, creándose una barrera entre él y el maestro, esto nos lleva a considerar que el manejo inadecuado de las evaluaciones puede ser importante factor disociador de las relaciones maestros – alumnos.

Un hecho frecuente en la evaluación es la poca preparación para ello, por parte del docente y la falta de unos lineamientos institucionales que la orienten. Se considera a la evaluación a la evaluación injusta como factor fundamental en la deserción escolarizada, con ella se pone fin a cualquier posibilidad de recuperación del estudiante, más aún cuando está acompañada de la sonrisa triunfal de un maestro vengativo.

Si bien en la educación básica y Media se ha superado un poco el problema de la evaluación cuantitativa, representada únicamente por una nota, en la Educación superior y técnica sigue predominando la nota numérica como único patrón de reconocimiento de actitudes, habilidades y conocimientos de nuestros futuros profesionales.

Como lo plantean Sonnia García de Ruiz e Israel Salazar Puentes, “la historia de la Educación está llena de ejemplos en las que la injusticia y el atropello al educando fueron la nota definitiva “. Empleando una escala numérica del 1 al 10 se considera mejor y más hábil al que obtiene 6.00 con relación al que obtenga una nota de 5.90, y con esa calificación se decide el futuro del estudiante, puesto que la promoción depende de ella. En nuestras universidades muchos estudiantes compiten únicamente por esa anhelada calificación.

El primer paso para evitar la injusticia en la evaluación:

Es la concientización del docente frente a su responsabilidad en este proceso y su cambio de actitud en procura de la calidad educativa y la participación del estudiante mediante la coevaluación, autoevaluación y heteroevaluación, como también la actualización permanente frente a los nuevos paradigmas.

Podemos considerar también como una solución los avances significativos que ha tenido la Educación Básica y Media, en el manejo adecuado de la evaluación por logros establecidos en la ley 115 de 1994, su decreto reglamentario 1860 de 1994 y la resolución 2343 de 1996, que establecen lineamientos nacionales para la evaluación.

En esta nueva estructura la evaluación se toma como un proceso permanente e innovador, donde se abarcan las dimensiones cognoscitivas, psicomotriz, volitiva y afectiva del educando mediante un seguimiento minucioso por parte del docente en coordinación con las comisiones de evaluación y promoción, organizada por el concejo académico.

A este tipo de evaluación corresponde realizar informes periódicos en forma descriptiva y cualitativa según los logros obtenidos por los estudiantes, mediante los indicadores de logros establecidos por el docente para informar al estudiante mismo sobre sus alcances y debilidades, permitiéndole poner mayor empeño en su propia superación.

Visto de esta manera este proceso es mucho más positivo que la nota numérica, pero su eficacia radica en el adecuado manejo que le brinde el docente y la institución, puesto que en el Plan Educativo Institucional deben unificarse criterios educativos manejados por todos los docentes de acuerdo a los lineamientos adoptados en la institución.

En este esquema evaluativo, el maestro no se encuentra sólo con el estudiante, ya que tiene el apoyo directo de las comisiones de evaluación y promoción del concejo académico quien sirven de mediador en la toma de decisiones, evitándose la llamada promoción automática que actúa en detrimento de la calidad de la educación y de los futuros profesionales.

De acuerdo a la Ley 30 de 1992 en lo referente a la autonomía de las Universidades y su acreditación, se hace necesario la elaboración de su Plan Educativo Institucional o la actualización del mismo.

Uno de los importantes replanteamientos más urgentes tiene que ver con las estructuras de la evaluación, para trascender a los parciales y finales, llegando a la evaluación como proceso permanente y totalizante que se pueda presentar en forma descriptiva y cualitativa, aproximándose a un sistema justo y equitativo donde el estudiante pueda conocer sus fallas mediante la orientación del maestro con múltiples alternativas de superación.

Se abre la posibilidad que las Facultades organicen comités de evaluación y promoción que sirvan de apoyo al docente, para evitar injusticias al momento de la evaluación y dándose mayor participación al estudiante, mientras se le conzientiza en la importancia de la auto superación.

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