Desempleo Estructural

Crisis de Sobreproducción y Desempleo

En los dos capítulos precedentes se ha hecho referencia al tema del desempleo en términos muy generales. Desde luego, los economistas clásicos no llegaron a identificar distintas categorías de desempleo como el desempleo estructural. En general, puede decirse que sus escasas referencias al tema se centraron en el desempleo de carácter involuntario.89

Y puede decirse también que, en del contexto de la discusión sobre el general glut y la ley de Say, la mayor parte de ellos dieron por sentado que el mecanismo de la competencia bastaba para asegurar el pleno empleo.

No admitían por lo tanto que fuera posible una situación de desempleo a largo plazo y de carácter involuntario; lo que hoy se suele llamar desempleo estructural. Este era en esencia el punto de vista de Smith, Ricardo, McCulloch, John Stuart Mill y el resto de los economistas clásicos ortodoxos.

En una línea muy distinta se encuentran los subconsumistas, incluyendo a Malthus y, sobre todo, Karl Marx. Para este último de modo muy especial puede decirse que el desempleo constituye un rasgo permanente o estructural del sistema capitalista.

Cuestión de la maquinaria

Este capítulo se inicia con el análisis de lo que en la época clásica se conoció como la cuestión de la maquinaria. El problema consistía en saber si la sustitución de trabajadores por máquinas de reciente invención podía generar desempleo. La posibilidad de que las máquinas generaran desempleo en el corto plazo era universalmente reconocida

Lo que ya no estaba tan claro era la existencia de algún mecanismo de corrección en el largo plazo. Algunos autores (McCulloch, Ricardo, John Stuart Mill) defendían la existencia de dicho mecanismo; pero otros, por ejemplo, Malthus, pensaban que no existía ningún mecanismo de ajuste.

En este capítulo se hace una exposición detallada de los puntos de vista de todos estos autores. Finalmente, el capítulo se cierra con una exposición de las ideas de Marx sobre el funcionamiento del mercado de trabajo en general y sobre la cuestión del desempleo en particular.

1. La cuestión de la maquinaria y el desempleo tecnológico

Quizás el primero en plantearse que la sustitución de trabajadores por máquinas podía generar desempleo fue John Barton. En un libro publicado en 1817 titulado Observations on the Circumstances which Influence the Condition of the Labouring Clases of Society, Barton sostenía que la aplicación de las nuevas técnicas implicaba siempre la conversión de parte del capital circulante (fondo de salarios) en capital fijo.

Además argüía que “la demanda de trabajo depende del aumento del capital circulante, y no del capital fijo” 90, lo que le llevaba a considerar que el desempleo y la reducción de salarios eran resultados verosímiles de la introducción de maquinaria.

Estos argumentos propiciaron la reacción de McCulloch y Ricardo, entre otros. McCulloch criticó abiertamente la tesis de Barton y, aunque admitió que la introducción de maquinaria podía crear desempleo en ocupaciones muy específicas, se apresuró a señalar que este desempleo tecnológico tendría un carácter puramente transitorio.

Ricardo, por su parte, se hizo eco de la cuestión de la maquinaria en la tercera edición de sus Principios. Aquí introdujo un capítulo que se iniciaba con un ejemplo numérico en el que se admitían los argumentos de Barton. No obstante, al igual que McCulloch, Ricardo apuntó un mecanismo que, según él, conduciría a la reabsorción de los trabajadores desplazados por las máquinas.

Mecanismos de Reabsorción

Antes de exponer los mecanismos de reabsorción que apuntaron ambos autores, conviene recordar que desde la perspectiva de la teoría estricta del fondo de salarios, una reducción de dicho fondo no puede hacer que caiga el empleo de forma permanente. Lo único que puede hacer es que caigan los salarios. Naturalmente esto presupone que los salarios son plenamente flexibles. De acuerdo con la teoría del fondo de salarios, el desempleo permanente sólo puede darse si por alguna razón los salarios son rígidos a la baja.

Por otra parte, la existencia de restricciones tecnológicas podría hacer posible una situación de desempleo tecnológico con carácter permanente, aún suponiendo plena flexibilidad de los salarios. Esta situación podría darse, por ejemplo, si consideramos una economía formada por un número determinado de industrias, que emplean trabajo y capital, y en la que la tecnología disponible ofrece pocas posibilidades de sustitución entre los dos factores dentro de cada una de ellas.

Si, además de esto, suponemos que ninguna de esas industrias ofrece muchas posibilidades para un uso intensivo del trabajo, es concebible una situación en la que la demanda de trabajo sea inferior a la oferta para cualquier salario. Estas restricciones tecnológicas harían que el trabajo fuese redundante y la flexibilidad de los salarios no bastaría por sí sola para eliminar el desempleo en el largo plazo.

Si identificamos desempleo tecnológico con trabajo redundante en el sentido del párrafo anterior, tenemos que decir que los clásicos no fueron conscientes de esta posibilidad. A pesar de todo, sí se hicieron eco de los problemas relacionados con la sustitución de trabajadores por máquinas y algunos de ellos llegaron a proponer mecanismos de ajuste bastante verosímiles.

2. Los argumentos de John Ramsey McCulloch y el desempleo estructural

McCulloch fue quien planteó por primera vez con claridad la cuestión de la reabsorción de los trabajadores desplazados por las máquinas.91 McCulloch pensaba que en determinados sectores y ocupaciones muy específicas la introducción de innovaciones tecnológicas podía generar desempleo. Él afirmaba, tomando como ejemplo la industria textil algodonera, que “[…] las mejoras en la maquinaria (y la introducción de nueva maquinaria), puede perjudicar de manera inmediata a los trabajadores […] El caso de los hiladores manuales es, desafortunadamente, un ejemplo.” 92

Pero, para McCulloch, el desempleo que podía generar la introducción de nueva maquinaria en determinadas ocupaciones tenía un carácter puramente transitorio. El argumento de McCulloch era que las innovaciones tecnológicas traerían como consecuencia un aumento de la producción total que acabaría reabsorbiendo la mano de obra que pudiera haber sido desplazada por dichas innovaciones.

En relación al caso de la industria textil, McCulloch se expresaba en los siguientes términos: “En el ejemplo considerado, los medios de quienes compran las mercancías producidas por las máquinas de hilar no se ven afectados por el cambio; y dado que pueden aumentar sus ahorros como consecuencia del menor precio de estas mercancías, podrán destinarlos a la compra de otras en cuya producción finalmente serán empleados los hiladores manuales.

Al mismo tiempo aparecerán nuevos consumidores atraídos por las mercancías más baratas. Todo ello abrirá un nuevo campo para el empleo de mano de obra adicional en la construcción de maquinaria, y en los sectores subordinados relacionados con la industria manufacturera.” 93

Innovación Tecnológica y Reducción de Costes

Es decir, de acuerdo con McCulloch, la innovación tecnológica reduce los costes de producción y los precios de las mercancías. Esto lleva a un aumento de la demanda de bienes que ejerce un efecto expansivo sobre la producción y que acaba reabsorbiendo el desempleo que hubiese podido generar la aplicación de dicha innovación.

McCulloch sostiene que si los precios de las mercancías descienden en la misma proporción que los costes, los consumidores se benefician directamente al encontrarse con ahorros inesperados que se van a destinar a comprar más bienes. Por otra parte, si los precios de los bienes caen en menor proporción que los costes, los empresarios se van a encontrar con beneficios extraordinarios y van a destinar estos beneficios a ampliar sus negocios o a iniciar otros nuevos, con lo cual se demandará más trabajo, más materias primas, etc.

Innovación Tecnológica en el desempleo estructural

McCulloch trataba pues de demostrar que una innovación tecnológica ahorradora de trabajo ponía en marcha un proceso de crecimiento que acabaría absorbiendo el exceso inicial de mano de obra. Él no creía que las reducciones salariales constituyeran un mecanismo de ajuste importante para restaurar el pleno empleo, al menos en el corto plazo.

Para McCulloch la introducción de maquinaria nueva “[…] en casos específicos, puede reducir los beneficios de los capitalistas y destruir una parte de su capital; pero nunca disminuirá los salarios medios del trabajo, mientras sí q ue reducirá el precio de los bienes y mejorará la condición de la clase trabajadora.” 94

En realidad, los argumentos de McCulloch no permiten concluir que a la larga vaya haber pleno empleo. El crecimiento económico no basta para asegurar el pleno empleo a menos que introduzcamos algunos elementos adicionales sobre el comportamiento dinámico del sistema. Si no hay flexibilidad de salarios (o si estos no pueden caer por debajo de un cierto nivel mínimo) es posible que no exista un equilibrio general simultáneo de todos los mercados, incluyendo el de trabajo. Es decir, no está garantizado el pleno empleo.

3. David Ricardo y el desempleo estructural

Las ideas fundamentales de Ricardo en torno a la cuestión de la maquinaria se encuentran en el capítulo 31 de la tercera edición de sus Principios.95

Aquí Ricardo inicia su análisis con un ejemplo numérico. Supone que un productor decide destinar parte de su capital circulante a la adquisición de “maquinaria perfeccionada.” El método de producción utilizado anteriormente es sustituido por otro distinto, más intensivo en capital. En el ejemplo de Ricardo esta sustitución no aumenta de modo inmediato la producción total. Ricardo incluso admite la posibilidad de que la innovación reduzca la producción total, por lo menos durante un cierto tiempo.

Hay que entender entonces que Ricardo acepta, como Barton, que la conversión directa de capital circulante (fondo de salarios) en capital fijo puede generar desempleo, por lo menos en el corto plazo. A pesar de ello, en la parte final del capítulo Ricardo señala que la introducción de ”maquinaria perfeccionada” suele ser gradual y “actúa más bien estimulando el empleo del capital que se ahorra y acumula que distrayéndolo de su empleo actual.” 96


Bibliografía
    • 89 No obstante, sí que pueden encontrase referencias al tema del desempleo voluntario cuando los economistas clásicos analizaron la problemática de las leyes de pobres. En este contexto algunos de ellos mantenían que las ayudas que se otorgaban en virtud de estas leyes suponían un desincentivo a la búsqueda de empleo y hacían posible que la situación de desempleo se eligiera voluntariamente. En el capítulo siguiente se analizan en detalle todos los argumentos de los economistas clásicos en torno a la cuestión de las leyes de pobres.
    • 90 Citado por R. P. Sturges (1982), “ The career of John Barton, economist and statistician”, History of Political Economy, vol. 14:3, pp. 366-84 (véase la página 370).
    • 91 Los argumentos de McCulloch sobre el desempleo tecnológico fueron expuestos en su artículo “The opinions of Messrs. Say, Sismondi, and Malthus, on the effects of Machinery and Accumulation” Edinburgh Review, marzo 1821. El contenido de este artículo lo incorporó McCulloch a sus Principios, agregándole una nota crítica sobre Barton. (McCulloch, Principles of Political Economy, op. cit., pp. 142-64).
    • 92 McCulloch, Principles of Political Economy, op. cit. , p. 152.
    • 93 Ibídem, p. 153
    • 94 Ibídem, p. 154.
    • 95 En la correspondencia que mantuvo con McCulloch y con Malthus, Ricardo hace también referencia a la cuestión de la maquinaria. Pero aquí se centra en demostrar que sus puntos de vista sobre los efectos de la maquinaria no implican la aceptación de las ideas de Malthus sobre la insuficiencia de demanda y el estancamiento (véase P.Sraffa, The Works and Correspondence of David Ricardo op. cit., vol. 8, pp. 387-88, 399-400 y vol. 9, pp. 16-17, 23-24).
    • 96 Ricardo, Principios de Economía Política y Tributación, op.cit., vol. 2, p. 159. Puede decirse que Ricardo mantiene aquí cierta confusión en torno al tema de la sustituibilidad de los factores. Cuando plantea el ejemplo numérico parece referirse a la aplicación de procesos más intensivos en capital debido al cambio tecnológico exógeno (lo que él denomina descubrimiento repentino de maquinaria perfeccionada). Sin embargo, en las últimas páginas del capítulo parece más bien referirse a la sustitución regular de trabajo por capital sobre la base de una tecnología dada.

En todo caso es preciso señalar que Ricardo no dice nada en este capítulo sobre si las reducciones salariales contribuyen o no a la reabsorción de la mano de obra desplazada por las máquinas. En este punto, para salvar la consistencia de su pensamiento, tendríamos que suponer que el aumento del capital fijo a costa del circulante no va acompañado de reducciones salariales inmediatas porque hay algún tipo de rigidez institucional que lo impide.

Mecanismo de Ajuste a Largo Plazo

El mecanismo de ajuste a largo plazo se puede resumir de la manera siguiente: La introducción de maquinaria genera un aumento de los beneficios. En la medida en que estos beneficios se reinviertan habrá un proceso gradual de reabsorción de la mano de obra desempleada. En términos generales podría decirse que, mientras haya acumulación de capital, estará aumentando la demanda de trabajo. Con lo cual cabe esperar que tarde o temprano desaparezca el desempleo.

Para la evolución del desempleo a largo plazo no basta con afirmar que la demanda de trabajo tiende a crecer como consecuencia de la acumulación. También hay que tener en cuenta la evolución de la oferta. En relación con esto último habría que decir que mientras persista el desempleo no es de esperar que aumenten los salarios ni es de esperar que crezca la población. Por tanto, si es verdad que la demanda está creciendo, tenemos que esperar que el desempleo desaparezca.

Teoría Ricardiana

En el argumento anterior no se ha tenido en cuenta para nada los ajustes salariales. Todo el peso del ajuste descansa en la acumulación del capital y en la contención demográfica. No obstante, la teoría ricardiana ofrece otras posibilidades de ajuste: cabe esperar que el desempleo dé lugar a caídas en los salarios y que esto estimule la contratación de mano de obra. Si los salarios son plenamente flexibles el pleno empleo estará garantizado.

Ricardo finaliza el capítulo sobre la maquinaria previniéndonos contra cualquier acción del Estado encaminada a “desalentar el empleo de maquinaria perfeccionada, pues si no se permite al capital conseguir la mayor renta neta que el uso de maquinaria proporciona, éste se exportará, lo que resulta más perjudicial para la demanda de mano de obra que el empleo de maquinaria […].” El argumento de Ricardo aquí es que el país que introduce trabas al progreso tecnológico daña su posición competitiva en el comercio internacional y a la larga todo el mundo sale perjudicado.

4. John Stuart Mill y el desempleo estructural 97

Mill admite como Ricardo que la sustitución de mano de obra por capital pueden crear desempleo y perjudicar a los trabajadores en el corto plazo. Para Mill, el desempleo tecnológico es solamente un fenómeno ocasional, que puede producirse en sectores específicos; no es una realidad empírica que pueda producirse de manera generalizada.

Mill no cree que “las mejoras en la producción sean con frecuencia, ni siquiera por corto tiempo perjudiciales a las clases trabajadoras en general. Lo serían si tuvieran lugar de improviso y en gran escala, pues en este caso, una gran parte del capital invertido tiene que salir de los fondos ya empleados como capital circulante.

Pero la realidad es que las mejoras siempre se introducen gradualmente […]. Hay pocos ejemplos, si es que existe alguno, de un gran aumento del capital fijo que se haya realizado en alguna época y en algún lugar en que el capital circulante no aumentara también con gran rapidez” 98

En cualquier caso, Mill mantiene que si las innovaciones tecnológicas “dejan sin empleo a una clase determinada de trabajadores, el aumento del rendimiento del capital (producido por la introducción de maquinaria nueva o mejorada), […] tiene que resultar en mayores ganancias para el capitalista o en precios más bajos para el cliente, lo que en cualquiera de los dos casos, permite un aumento del fondo del que se deriva la acumulación de riqueza mientras que el aumento de las ganancias ofrece un mayor incentivo a la acumulación..” 99

Propuestas de Mill

Es decir, Mill propone, en líneas generales, el mismo mecanismo de ajuste que Ricardo. Todo el peso del ajuste descansa en la acumulación del capital. Se supone que la introducción de maquinaria genera un aumento de los beneficios y, en la medida que estos beneficios se reinvierten, aumenta la acumulación y la demanda de trabajo que, finalmente, hace que desaparezca el desempleo.100

En contraste con Ricardo, Mill se mostró partidario de la intervención estatal para moderar el ritmo de introducción de nueva maquinaria.

Según él, “[…] las ganancias que las mejoras mecánicas aportan, en último término, a los trabajadores,[…] no eximen a los gobiernos de la obligación de atenuar, y en lo posible evitar, los males que produce, o puede producir, a la generación actual, esa fuente de ganancias.

Si la inversión o fijación de capital en maquinaria u obras útiles se produjera alguna vez con una rapidez tal que debilitara en forma perceptible los fondos destinados para el sostenimiento del trabajo, incumbiría a los legisladores tomar medidas para moderar su ritmo […]”. 101

5. Thomas Robert Malthus y el desempleo estructural

En una línea distinta a la de los autores anteriores se sitúan los argumentos de Malthus sobre la cuestión de la maquinaria. Malthus expone sus puntos de vista sobre este tema en el capítulo 1 del libro segundo de sus Principios.

Aquí Malthus señala “que las grandes ventajas que se derivan de la sustitución de trabajo manual por maquinaria dependen de la extensión del mercado para las mercancías producidas y del mayor estímulo que recibe el consumo; y que, sin esta ampliación del mercado y aumento del consumo, disminuirían mucho la riqueza y el valor. La invención de nueva maquinaria, igual que la fertilidad de la tierra, proporciona una capacidad productiva prodigiosa. Pero ésta no puede utilizarse en su totalidad si la situación y circunstancias, o las costumbres y gustos de la sociedad, impiden que se cree un mercado bastante grande y aumente el consumo en forma adecuada” 102

Es decir, para Malthus, el aumento de la capacidad productiva que trae consigo la aplicación de las innovaciones tecnológicas tiene el peligro de tropezarse con una insuficiencia de demanda. La producción podía crecer con más rapidez que la demanda y eso significa crisis y estancamiento, dentro de la línea argumental de Malthus que se ha expuesto en los dos capítulos anteriores.

Aplicación de las innovaciones tecnológicas

Ahora bien, Malthus también sostiene que la aplicación de las innovaciones tecnológicas reduce los costes de producción y permite obtener mayores beneficios. En ese caso, siguiendo sus razonamientos, puede pensarse que el aumento de beneficios puede estimular el consumo suntuario de los capitalistas. Si este estímulo es suficientemente grande, puede evitarse el estancamiento; pero nada garantiza que sea así.

El problema de si la introducción de nuevas máquinas podía o no crear desempleo no era importante para Malthus. Él admitía que el desempleo y el exceso de capacidad productiva podían ser rasgos naturales e incluso permanentes de una economía avanzada. No se preocupó, por tanto, de establecer un mecanismo de ajuste para una situación de desempleo, a no ser el ya mencionado estímulo al consumo de bienes de lujo de las clase capitalista. A pesar de todo, Malthus reconoció que la aplicación de las nuevas tecnologías había significado, para Inglaterra, un aumento continuo del empleo, y había neutralizado la tendencia de la economía al estancamiento.

6. Karl Marx y el desempleo estructural

Adam Smith, Ricardo, John Stuart Mill y la mayoría de los clásicos analizaron los problemas del mercado de trabajo desde una perspectiva de equilibrio. A diferencia de ellos, Marx describe el funcionamiento del mercado de trabajo como un proceso que no alcanza nunca el equilibrio. El desempleo para Marx no es un fenómeno transitorio sino que es una característica permanente o estructural de la economía.

Los elementos esenciales de la concepción de Marx del mercado de trabajo aparecen reflejados en el capítulo 23 del libro primero de El Capital. Estos elementos pueden resumirse de la manera que sigue.

Demanda de trabajo en el desempleo estructural

Para Marx la demanda de trabajo está gobernada por el proceso de acumulación de capital. Los beneficios empresariales se reinvierten dentro del sistema económico y esto da lugar a un aumento del stock de capital que a su vez origina, normalmente, incrementos en la demanda de trabajo. Marx no señaló de forma expresa cuáles eran los determinantes de la oferta de trabajo. A juzgar por su reiterado rechazo de las tesis malthusianas podría decirse que, para Marx, el crecimiento de la población tiene poco que ver con el mercado de trabajo.

Además, Marx, en contraste con la generalidad de los autores clásicos, no piensa que el crecimiento de la fuerza de trabajo esté ligado al crecimiento vegetativo de la población sino que depende esencialmente del proceso de concentración del capital; es decir, del proceso de reducción del número de empresas de cada industria.

Éste es un supuesto empírico sobre el que Marx no da razones teóricas. Es más, Marx parece referirse únicamente a la concentración de la propiedad e identifica la concentración industrial con la concentración de la propiedad, en cuyo caso sería difícil considerarla como una hipótesis empírica.

No obstante, el proceso de concentración del capital lleva, según Marx, a un aumento de la fuerza de trabajo y de la proporción que ésta representa sobre la población total. Este proceso no se produce de una forma suave. Según él, se produce en los períodos de crisis de la actividad económica.

Durante estos períodos muchos empresarios pequeños no pueden impedir que sus negocios sean absorbidos por las empresas más grandes o simplemente se arruinan. Pasan así a formar parte de la clase obrera y aumenta con ello la oferta de trabajo.


Bibliografía
    • 97 El análisis de Mill sobre la cuestión de la maquinaria se encuentra en el libro primero, capítulo 6 de sus Principios.
    • 98 Ibídem, p. 107.
    • 99 Ibídem, p. 108.
    • 100 Mill se mostró, por el contrario, muy crítico con el argumento de McCulloch según el cual las reducciones en los costes de producción y en los precios de las mercancías, causadas por las innovaciones tecnológicas, conducen a un aumento de la demanda de bienes que, a su vez, lleva a un aumento de la demanda de trabajo. Para Mill, “la demanda de bienes no es demanda de trabajo.” Él escribe que aunque “es cierto que los consumidores disponen ahora de medios adicionales para comprar otras cosas, no crearán esas cosas a menos que exista capital para producirlas. El supuesto aumento de la producción y del empleo de trabajadores en otros sectores no tendrá, pues, lugar.” (Ibídem, p. 107)
    • 101 Ibídem, p. 109.
    • 102 Malthus, Principios de Economía Política, op. cit., p. 302.

Marx no cree que el crecimiento de la demanda y de la oferta de trabajo se produzca de forma acompasada. Es más, la dinámica de la acumulación lleva, según Marx, a un “incremento absoluto de la población obrera que siempre es más rápido que el del capital variable o que el de los medios que permiten ocupar a aquélla.

La acumulación capitalista produce de manera constante, antes bien, y precisamente en proporción a su energía y su volumen, una población obrera relativamente excedentaria, esto es, excesiva para las necesidades medias de valorización del capital y por tanto superflua.” 103

Es decir, para Marx, la fuerza de trabajo crece, por término medio, más rápidamente que la demanda de trabajo y esto tiende a generar un volumen de desempleo cada vez mayor, desempleo que habría que clasificar como estructural en el sentido de que no existe ningún mecanismo automático que garantice la eliminación del mismo.

Con estos elementos Marx construye una teoría sobre las oscilaciones cíclicas de los salarios, el empleo (y el desempleo), cuyos rasgos esenciales exponemos a continuación.

7. Ciclos industriales y oscilaciones de los salarios y el empleo en el desempleo estructural

Para Marx el proceso de acumulación del capital no se produce de forma monótona sino que se caracteriza por presentar oscilaciones, que son consecuencia de lo que él llama ciclos industriales periódicos.104

A lo largo del ciclo, la tasa de desempleo regula evolución de los salarios. En palabras del propio Marx “[…] los movimientos generales del salario están regulados exclusivamente por la expansión y contracción del ejército industrial de reserva […]. Esos movimientos no se determinan, pues, por el movimiento del número absoluto de la población obrera, sino por la proporción variable en que la clase obrera se divide en ejército activo y ejército de reserva, por el aumento y la mengua del volumen relativo de la sobrepoblación, por el grado en que ésta es o absorbida, o puesta en libertad.” 105

Marx cree que cuando el desempleo (el ejército industrial de reserva) es muy alto los salarios tienden a caer. Pero no aclara cuál es, o cómo se determina, el nivel crítico a partir del cual empieza a notarse la presión del desempleo sobre salarios.

Teoría de las oscilaciones salariales en el desempleo estructural

Por otro lado, Marx cree que los salarios empiezan a subir antes de que el mercado de trabajo esté totalmente vaciado. O, dicho de otro modo, cuando el desempleo es suficientemente reducido, los salarios empiezan a subir. Marx tampoco proporciona aquí razones teóricas que expliquen por qué esto ha de ser así. Pero tienen que existir unos niveles críticos de desempleo (uno mínimo y otro máximo) para que su teoría de las oscilaciones salariales funcione.

Según Marx, en los períodos de auge de la actividad económica la acumulación de capital se acelera, lo que hace que la demanda de trabajo crezca transitoriamente con más rapidez que la oferta. Esto hace que el desempleo se vaya reduciendo hasta que eventualmente empiezan a subir los salarios. La subida de salarios reduce la tasa de beneficios y a partir de un cierto punto eso hace que la acumulación del capital se desacelere. En palabras de Marx “la acumulación se amortigua tras el acrecentamiento del precio del trabajo, porque se embota el aguijón de la ganancia”. Es decir, Marx supone que hay una relación inversa entre salarios y beneficios, aunque no aclara las razones de dicha relación. De este modo las subidas salariales van reduciendo la tasa de beneficios hasta que éstos son muy bajos y el proceso de acumulación se detiene. 106

Altos salarios

Según Marx, la presión de los salarios altos induce a los capitalistas a la sustitución de obreros por máquinas (bien sea sustituyendo trabajo por capital en el contexto de una tecnología dada, bien introduciendo innovaciones tecnológicas).

De este modo el desempleo va aumentando hasta que llega un momento en que los salarios empiezan a caer. Al parecer, la fase de introducción de nuevas técnicas suele ir acompañada, de quiebras de empresas pequeñas y absorción de las mismas por grandes productores. Muchos pequeños empresarios se arruinan y se convierten en trabajadores asalariados. Se produce una aceleración en el crecimiento de fuerza de trabajo precisamente en los períodos en los que la demanda de trabajo tiene menos impulso.

Como resultado de esto se supone que caen los salarios; y las reducciones salariales ponen freno a la sustitución de mano de obra por capital. Los beneficios experimentan de nuevo un alza. Y esto da un nuevo empuje a la acumulación de capital y al crecimiento de la demanda de mano de obra.

Reducción de salarios

En algún momento la reducción de los salarios se interrumpe (cuando el desempleo alcanza su nivel crítico máximo). A partir de ahí los salarios empiezan a subir de nuevo. Y el ciclo se repite del mismo modo que antes.107

De estos ajustes no se deduce ninguna tendencia para los salarios en el largo plazo. A pesar de todo Marx parece defender la idea de que los salarios van a oscilar a largo plazo en torno a ese nivel. Afirma que “el valor de la fuerza de trabajo está determinado por el valor de los medios de subsistencia que habitualmente necesita el obrero medio. La masa de estos medios de subsistencia, aunque pueda cambiar su forma, en una época determinada y para una sociedad determinada está dada. Por consiguiente, se la puede tratar como una magnitud constante.” 108 En este párrafo parece ser que Marx supone un salario real constante a largo plazo. Aunque las expresiones “que habitualmente necesita” y “en una época determinada y para una sociedad determinada” introducen un margen considerable de ambigüedad.109

Lo que sí deja Marx suficientemente claro es que los mecanismos de ajuste anteriores no llegan nunca a vaciar el mercado de trabajo: “Durante los períodos de estancamiento y prosperidad media, el ejército industrial de reserva o sobrepoblación relativa ejerce presión sobre el ejército obrero activo, y pone coto a sus exigencias durante los períodos de superproducción y paroxismo. La superpoblación relativa, pues, es el trasfondo sobre el que se mueve la ley de la oferta y la demanda de trabajo. Comprime el campo de acción de esta ley dentro de los límites que convienen al ansia de explotación y afán de poder del capital.” 110

Crisis Industriales

Marx sostiene que las crisis industriales serán cada vez más graves y que la tendencia de la economía al desempleo se acentuará a largo plazo. A partir de ésta y de otras ideas Marx construye su profecía acerca del derrumbamiento del sistema capitalista.

Esta predicción, así como el resto de profecías de Marx que aquí no se han mencionado, o bien han sido refutadas por los hechos o bien permanecen como simples enunciados más o menos verosímiles. Ninguno de esos enunciados cuenta con bases teóricas sólidas, por lo que no serán discutidos aquí.

Si nos ceñimos a la visión del desempleo de Marx, en realidad, él no demuestra que el equilibrio en el mercado de trabajo sea imposible. Únicamente describe un escenario dinámico en el que el desequilibrio continuo podría resultar verosímil. En realidad, el análisis de Marx ofrece muchas posibilidades que él no exploró.

De todos modos hay que reconocer que muchas de las ideas de Marx acerca de cómo funciona el mercado de trabajo – el proceso continuo de expansión y contracción del desempleo, la evolución cíclica de los salarios y la idea de que la economía funciona en cada momento con un determinado volumen de desempleo estructural – pueden resultar más atractivas desde el punto de vista empírico que la visión tradicional del equilibrio. Pero ninguna de esas ideas de Marx cuenta con una fundamentación rigurosa.


Bibiliografía
  • 103 Karl Marx (1867), El Capital. Crítica de la Economía Política. Libro Primero. Traducción al castellano de la editorial Siglo XXI, Madrid, 1980, vol. 3, p. 784.
  • 104 La mayor parte de las ideas de Marx sobre los ciclos económicos expresadas en El Capital se encuentran en la sección 3ª del capítulo 15 del libro tercero. También hace referencias al tema en el ya citado capítulo 23 del libro primero y en el capítulo 30 del libro tercero.
  • 105 Karl Marx , El Capital, libro primero, vol. 3, op. cit., p. 793.
  • 106 Ibídem, vol 3, p.769. En esta cita Marx sugiere que la acumulación es una función de la tasa de beneficios vigente, aunque la idea que maneja de forma más regular es que nunca hay problemas de incentivos para la acumulación: “la tasa de acumulación es la variable independiente, no la variable dependiente; la tasa salarial es la variable dependiente, no la variable independiente” (Mark Blaug, Teoría Económica en Retrospección, op. cit., p. 350).
  • 107 Una versión formalizada del análisis marxiano del ejército industrial de reserva y de los ciclos de la actividad económica sobre la base de dos sectores productivos (producción de bienes de consumo y de bienes de capital) puede encontrarse en M. Morishima, Marx´s Economics (1973), Cambridge University Press, Londres. Traducción al castellano en la editorial Tecnos, Madrid, 1977, capítulo 11.
  • 108 Karl Marx (1867), El Capital. Crítica de la Economía Política. Libro Primero. Traducción al castellano de la editorial Siglo XXI, vol. 2, 1979, p.629.
  • 109 Este aspecto ha suscitado un interesante debate entre algunos economistas. W. J. Baumol (“Marx and the Iron Law of the Wages”, American Economic Review, 1983, vol. 73, pp. 303- 308) y M. D. Ramírez (“Marx and Malthusianism: Comment”, American Economic Review, 1986, vol. 76, pp. 543-47) sostienen que Marx no suscribía que los salarios tenían que disminuir hasta alcanzar el nivel de subsistencia.
    Bibiliografía

    Por otra parte, Samuel Hollander (“Marx and Malthusianism: Marx´s Secular Path of Wages”, American Economic Review, 1984, vol. 74, pp. 139-151) atribuye a Marx una tendencia decreciente de los salarios. En un punto intermedio se sitúan A. Cottrell y W. A. Darity (“Marx, Malthus and Wages”, History of Political Econoy, 1988, vol. 20, pp. 173-190), quienes apuntan que Baumol y Ramírez no demuestran que Marx rechazara la tendencia de los salarios hacia el nivel de subsistencia, pero también señalan que Hollander llega demasiado lejos al pensar que, para Marx, la evolución a largo plazo de los salarios presentaba una tendencia decreciente.

  • 110 Karl Marx, El Capital, libro primero, vol. 3, op. cit., p. 795.

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